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((**Es11.310**) -Es preciso que oigáis a vuestra Madre Superiora. Don Bosco no suplantaba desde su alta dirección a las superioras ordinarias en el régimen interno del Instituto. El 28 de agosto se celebró la solemne toma de hábito de quince postulantes. El Beato presidió, asistido por el padre Carmelita, don Juan Cagliero y don Santiago Costamagna. También esta vez era negro el hábito. Una de las que vistieron el hábito fue Magdalena Martini, a quien ya conocía el Beato. El buen Padre le había escrito una preciosa carta, que ella conservó siempre como una reliquia: ((**It11.363**)) Amada hija en Jesucristo: Vuestra ida a Mornese ha dado tal bofetón al mundo que éste envió al enemigo de nuestras almas para desasosegaros. Pero vos escuchad la voz de Dios, que os llama para salvaros por un camino fácil y llano, y despreciad cualquier otra sugerencia en contra. Es más, celebrad las inquietudes y molestias que experimentáis, porque el camino de la cruz es el que os conduce a Dios. Si, por el contrario, hubieseis estado inmediatamente satisfecha y alegre, hubiera sido el caso de temer algún engaño del maligno enemigo. Por tanto, recordad que: 1.° No se llega a la gloria, si no es con grandes fatigas. 2.° No estamos solos, sino que Jesús está con nosotros, y dice san Pablo que con la ayuda de Dios somos omnipotentes. 3.° Quien deja a su patria, a sus padres y amigos y sigue al divino Maestro, ha asegurado un tesoro en el cielo, que nadie le podrá arrebatar. 4.° El gran premio que tenemos preparado en el cielo, debe animarnos a aguantar cualquier pena en la tierra. Animaos, pues, porque Jesús está con vos. Cuando tengáis espinas, juntadlas a las de la corona de Jesús. Os encomiendo a Dios en la santa misa; rogad por mí, siempre vuestro en Jesucristo, humilde servidor JUAN BOSCO, Pbro. A continuación de la toma de hábito, catorce hermanas hicieron la profesión trienal y ocho la perpetua. Nuestras Memorias cronológicas dicen: <>. Terminada la ansiada ceremonia, cerró el Beato la función y los ejercicios con sus palabras. Habló del gran don de la paz, llegando a la conclusión de que para estar en paz con Dios y con el prójimo antes era necesario estar en paz consigo mismo. (**Es11.310**))
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