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((**Es11.247**) año 1850. En su pueblo, siendo alumno de la escuela municipal, reaccionó contra la mala costumbre de ir cantando por las calles y por los campos canciones licenciosas; para ello, obtuvo permiso del maestro y enseñó algunas canciones religiosas a un grupo de compañeros. Trabajaba en el campo, le gustaba rezar y comulgaba a menudo. La pobreza de su casa no le permitía estudiar y hacerse sacerdote. A los veinte años perdió a su madre (hacía tiempo que era húerfano de padre), y habiendo oído hablar del Oratorio, pidió, a través del párroco, ser aceptado. Don Bosco, a quien le pareció muy bueno, le puso en la sección de estudiantes. El 1873 le admitió como novicio, y, caso excepcional, le concedió que hiciera la profesión religiosa, aun cuando todavía no había terminado los cursos de latín (el bachillerato). Al reanudarse las clases, y necesitando en Borgo San Martino un buen portero, envió allí a Para. Mucho sintió éste separarse de don Bosco, pero obedeció. Allí estudió el cuarto curso con un maestro especial. Resentido en la salud y acostumbrado como estaba a los sufrimientos, calló y siguió levantándose a las cinco de la mañana en lo más duro del invierno. El 22 de febrero fue, según su costumbre, a recoger la correspondencia, y dijo al oficial de correos: -De aquí a dos días vendrán otros a buscar la correspondencia. ->>Por qué? -Porque yo me habré muerto. Aquella tarde se metió en cama. Las cosas se precipitaron. Por la mañana del 25, después de contar al salesiano asistente un bonito sueño, aseguró que muy pronto dejaría el mundo. Confesó, comulgó, y rogó al director que, al comunicar a don Bosco su muerte, le agradeciese el favor que le había hecho, prefiriéndole a tantos de sus compañeros y admitiéndole pocos meses antes a la profesión religiosa. Después añadió: -Yo creo que don Bosco sabía que yo debía morir; de otro modo no me hubiera hecho un favor ((**It11.288**)) tan grande. Dos horas más tarde moría besando con amor el crucifijo. Pasando ahora a hablar de los clérigos, diremos el interés que el Beato se tomaba para que fuera completa su formación religiosa, intelectual y eclesiástica. La regularidad de la vida religiosa de los clérigos estudiantes corría pareja con la de los novicios. En las conferencias de abril don Pablo Albera, haciéndose intérprete del deseo común, propuso que se entregase pronto a cada uno el texto de las reglas en italiano. Don Bosco no hubiera tardado tanto en hacer algo tan obvio como eso, pero tenía que ir robando a sus ocupaciones todos los instantes que podía, para (**Es11.247**))
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