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((**Es11.240**) hasta con más frecuencia de lo que pedía la Regla. Díjole el Beato al padre Barberis: -La frecuencia de los sacramentos por sí sola no es señal de bondad. Hay quienes, aunque no hacen sacrilegios, van a recibir la comunión con mucha frialdad; más aún, su propia indolencia no les deja darse cuenta de la importancia del sacramento que reciben. El que no va a comulgar con el corazón libre de afectos mundanos y no se echa generosamente en los brazos de Jesús, no percibe los frutos que sabemos por la teología que puede producir la santa comunión. Otro novicio, algo cansado y puntilloso, quería que lo dispensaran de ciertos estudios literarios. Don Julio Barberis se lo había negado categóricamente; pero él insistía tercamente para salirse con la suya. Al contárselo a don Bosco dijo el maestro que era un muchacho de inteligencia poco común y de carácter firme, y capaz de mucha virtud, siempre y cuando dominara el ímpetu de su índole y se pusiera a hacer el bien; preguntaba, en consecuencia, si sería oportuno cerrar un ojo, sin dar a entender que se cedía, ((**It11.279**)) dejándole hacer y buscando la forma de tapar y arreglar las cosas de la mejor manera. -No, respondió el Beato; procede con bondad, no le hables enfadado, mas dale a entender que no haces mucho caso de su pertinacia y que lo atribuyes a ligereza juvenil; pero, mantente firme en tu querer de que haga cuanto le has dicho. No transijas en esto; de lo contrario, cuando sean profesos habrá que tratarlos con guantes y dejarlos libres para sus caprichos o mandarlos fuera. Se conserva una conversación del Beato acerca de cómo enjuiciar y tratar a los novicios, que se leerá con gusto por entero. La sostuvo el 17 de febrero de 1876 con don Julio Barberis, el cual, no contento con guardarla como un tesoro, sólo para sí, quiso transmitírnosla en su humilde crónica. Don Bosco le habló así: -Hay algunos novicios de los que se dan buenas noticias, pero se nota que son poco constantes en su voluntad. Van adelante durante algunos meses, pero después van cambiando, revuelven Roma con Santiago para conseguir algo, y el que no los conoce a fondo, se forja a su cuenta grandes esperanzas. Pero de pronto empiezan a decaer, pasa el fervor y se ve que todo era efímero: en efecto, cambian de propósito y salen de la Congregación. Otros, por el contrario, van despacio antes de inscribirse en la Sociedad, van progresando en el bien de manera imperceptible, pero se observa que no dejan de progresar y que nunca dan un paso atrás. El que apenas los conoce los considera poco fervorosos en el bien o mediocres por lo menos. Pero el que los conoce bien y de tiempo, pone en ellos las más grandes (**Es11.240**))
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