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((**Es11.202**) 6. Las <> Las <> de don Bosco nos iluminan la vida del Oratorio, así como lo hicieron cuando las iba pronunciando. A través de las poquísimas que han llegado hasta nosotros, por escrito, descubrimos hoy algunos aspectos de la vida cotidiana de entonces, que ninguna crónica hubiera logrado comunicar; y con respecto a las fiestas de casa nos enseñan un conjunto de detalles, que no sabríamos en qué otro sitio tratar de ellas en nuestra historia. Las referiremos cronológicamente, ilustrando su contenido con breves observaciones, cuando sea el caso. 18 de abril. Patrocinio de San José; modo de honrar a los santos Hoy, queridos míos, hemos celebrado el Patrocinio de San José y lo digo con verdadera satisfacción: íestoy contento! Contento de todos vosotros y contento, sobre todo, porque veo que muchísimos de vosotros ponéis gran diligencia en el cumplimiento de los deberes; en la iglesia y fuera de ella, en el comedor, el dormitorio, el estudio y la clase. A todos os presento mi satisfacción, porque todo esto me produce una verdadera alegría. Mas, por otra parte, tras mis palabras de alabanza a los buenos, también es verdad que tengo otras de reproche para los que no son malos, pero, como suele decirse, no son fríos ni calientes (los cuales, así lo espero, con la proximidad del verano aumentarán su fervor); todos éstos son los que saben que es bueno ir a la iglesia, rezar, cumplir bien los propios deberes; lo saben y lo dicen, mas para ellos una cosa es saber y otra hacer, porque les parece que se encuentran frente a un enorme obstáculo que les impide actuar; y éste es precisamente el motivo de su indiferencia. A este propósito me ocurrió el otro día un episodio de risa. Uno de éstos, vino en compañía de otros a la sacristía con ánimo de confesarse. Pero ícosa extraña! Había ido para confesarse y ((**It11.233**)) a cada momento se retiraba un poco para ir dando paso a los que verdaderamente habían ido a abrir su corazón y limpiarlo de pecados. Llególe por fin su turno y, como ya quedaban pocos para confesarse, tenía que adelantarse. Vosotros pensaréis que finalmente se acercó y se confesó. Es una broma vuestra: mi penitente invitó al compañero de al lado a que pasara delante. El amigo le respondió: -Vete tú. -Vete tú, dijo el otro por lo bajo. -No, vete tú, repitió el amigo. -Toma tú la vez, replicó aquél precipitadamente. Y así diciendo se retiraba para dar paso a los otros. Un momento después se oyó el ruido del cesto del pan al dejarlo en tierra y, ípies para qué os quiero! se escapó fuera como un gamo. íYa veis qué voluntad tenía de confesarse! Todo esto, sea dicho como entre paréntesis, lo considero una chiquillada; pero quería deciros con ello, volviendo al hilo de m i charla, que éstos saben que está bien el ser buenos, pero no quieren ponerse de u na vez a ello. >>Y sabéis por qué? Pues bien, os lo diré: creen algunos que para ser buenos, basta conocer las cosas: así, por ejemplo, para ser devotos de san José piensan que basta conocer su vida o algunos rasgos de la misma. íYa veis qué equivocación! Queridos míos, no es así; se requiere algo más. Para ser buenos hay que conocer y (**Es11.202**))
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