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((**Es11.181**) pidió perdón, manifestando su veneración; pero don Bosco no abrió la boca 1. Es otro ejemplo de la importancia que daban los santos a la negación de la propia voluntad. En el 1875 no hubo arreglos de albañilería notables en la casa del Oratorio. Se redondearon los límites territoriales con la compra del terreno y casa enclavado en el Oratorio, propiedad del señor Antonio Catellino, que lo había comprado en parte al sacerdote Moretta y en parte al Seminario. Quien deseare orientarse no tiene más que recordar la tantas veces mencionada casa Moretta, en los volúmenes de Lemoyne. Los trabajos de albañilería y las modificaciones llevadas a cabo durante este año se realizaron casi todos por los alrededores de la portería. Sólo se emprendió una construcción nueva: la del edificio que va desde la portería a lo largo de la vía Cottolengo. Este pabellón cerró el primer patio interno del Oratorio, que era el de los aprendices, y se destinó durante muchos años a encuadernación, en la planta superior, y a librería y almacén de suministros, en la planta baja. Las modificaciones fueron de poca monta. La apertura del zaguán que da paso a los vehículos y entrada a los sótanos de María Auxiliadora; el portón de entrada en el lugar de la puerta provisional, más allá de la entrada de mercancías; un buzón, a la izquierda de quien mira hacia la portería, con una inscripción sobre placa de mármol que todavía recuerda, en latín e italiano, a cuantos pasan el umbral, la recomendación evangélica de dar a los pobres lo que sobre; finalmente la pequeña espadaña con la campanilla, cuyo argentino son dejó oír durante más de medio siglo las señales horarias de cada día a todos los moradores del Oratorio 2. Ya lejos de la portería es digno de mención un solo trabajo; el pórtico que corre alrededor del ábside de María Auxiliadora y ((**It11.208**)) que, doblando en ángulo recto, llega hasta la casa, y forma un paso cubierto desde la misma hasta la iglesia. Las columnas cilíndricas que aguantan el pórtico son piedras de granito, de una sola pieza, firme para la eternidad contra todas las injurias de los muchachos. Corría por cuenta de don Bosco el cuidado de la gestión económica de aquella gran casa. No había entradas fijas. Las pensiones de los alumnos, en conjunto, venían a resultar de unos veinte céntimos al día por cabeza. Los gastos personales, de una cuarta parte de los 1 Estaba presente don José Vespignani, que es quien lo contó al que esto escribe. 2 F. GIRAUDI, L'Oratorio di don Bosco, pág. 197-8. Torino SEI, 1929. (**Es11.181**))
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