Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


((**Es11.155**) y oficio coral, sino que, además, pudieran salir al exterior y tomar parte activa en los ministerios eclesiásticos y, por consiguiente, estuvieran libres de la clausura y sin obligación de dedicar la mayor parte del día al coro. Comenzaron entonces las Congregaciones eclesiásticas. Fue la primera la de los Teatinos y vinieron después Jesuitas, Somascos, Escolapios y muchas otras familias religiosas que se diferenciaban de las Ordenes regulares por lo que se ha dicho y, además, por tener solamente votos simples. Entre los votos solemnes y los simples hay estas dos diferencias: que los solemnes se hacen a la Iglesia y los simples a los superiores de la Congregación; y que los solemnes no los puede dispensar más que la Iglesia, y se dispensan muy raras veces, mientras que los simples pueden ser dispensados por los superiores de la Congregación y sin tantas formalidades. Como llegaron las cosas al punto de que los privilegios de las Ordenes regulares habían aumentado de forma excesiva, Roma decidió no concedérselos a las Congregaciones eclesiásticas. Sin embargo, poco a poco, vio la Iglesia que los nuevos religiosos encontraban a cada paso en su apostolado trabas que les impedían desenvolverse expeditamente para promover la mayor gloria de Dios. Empezó, por tanto, a conceder unos privilegios, después algunos más, y otros más todavía, de modo que, al ser manifiesto que las nuevas Congregaciones eclesiásticas realizaban en la Iglesia tanto bien como las antiguas Ordenes regulares y que, desenvolviendo su actividad principalmente fuera de sus propias casas, se requerían privilegios mayores aún, se terminó por conceder a las Congregaciones eclesiásticas, los mismos privilegios, ni más ni menos, que se habían concedido a las ((**It11.176**)) Ordenes regulares; más todavía, una vez iniciada esa corriente, se acumularon privilegios sobre privilegios sin fin. A este ritmo se siguió hasta principios del pontificado de Pío IX, comunicándose dichos privilegios a las Congregaciones que iban naciendo; fue la última la Rosminiana. Pío IX renovó la disposición de que ya no se concedieran los privilegios en conjunto; y se estableció que, al surgir una nueva Congregación, solicitara el fundador los privilegios que creyera necesitar. Por eso fue don Bosco a Roma en febrero de 1875, para iniciar las gestiones con que conseguir la comunicación de los privilegios, como se acostumbraba en otros tiempos, y, al mismo tiempo, la facultad de las dimisorias ad quemcumque Episcopum. Y éste fue el asunto que trató ampliamente con monseñor Vitelleschi, secretario de la Sagrada Congregación de Obispos y Regulares, apenas llegó a Roma. Ninguno mejor que él podía darle las oportunas (**Es11.155**))
<Anterior: 11. 154><Siguiente: 11. 156>

Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


 

 

Copyright © 2005 dbosco.net                Web Master: Rafael Sánchez, Sitio Alojado en altaenweb.com