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((**Es10.938**) -He estado visitando el Colegio de Borgo San Martino, hemos hablado mucho de vosotros y hemos dicho muchas cosas bonitas, que no es necesario repetir aquí. Entre otras cosas, preguntáronme aquellos jóvenes: ->>Quieren en Lanzo a don Bosco tanto como nosotros? >>Rezan por don Bosco como rezamos nosotros? >>Hacen ellos lo que pueden para tenerlo contento como lo hacemos nosotros? Y después de este exordio, comenzaba a tratar su tema. Le escuchaban todos con gran atención y devoción, y podía decirles lo que más le interesaba, a saber, que se resolvieran ellos también a vivir en gracia de Dios. Y en todas partes, a la mañana siguiente, ya fuera porque se hiciese el ejercicio de la buena muerte, o porque se celebrase una fiesta especial, veíase su confesonario cercado de muchachos que querían confesarse con él. Después de las oraciones, reunía a los hermanos para darles una conferencia, mientras un clérigo de los más antiguos y avisados se encargaba de la asistencia a los dormitorios. En estas conferencias solía desarrollar algún tema de singular importancia y daba en todas partes avisos tan prácticos que es fuerza recordar. Por aquellos tiempos los hermanos de las pocas casas que existían eran en su mayoría clérigos. Atendían a los estudios por su cuenta y asistían y daban clase a los alumnos. Don Bosco les hacía estas recomendaciones: <<-Los clérigos deben enseñar a los muchachos el respeto a los superiores con su reverencia exterior, con el saludo y con la confianza. >>Los superiores no deben alarmarse por cosas de escasa importancia: sean serenos, condescendientes, esperen, investiguen antes de dar importancia a cualquier cosa. >>Los maestros recuerden que la escuela no es más que un medio para hacer el bien: son como los párrocos en su parroquia, ((**It10.1019**)) los misioneros en el campo de su apostolado; por consiguiente, de vez en cuando deben poner de relieve las verdades cristianas, hablar de los deberes con Dios, de los sacramentos, de la devoción a la Virgen; en fin, sus lecciones deben ser cristianas; y ellos francos y amables al exhortar a los alumnos a que sean buenos cristianos. Este es el gran secreto para ganarse la simpatía de los alumnos y alcanzar su confianza. Quien se avergüenza de exhortar a la piedad no es digno de ser maestro; los jóvenes lo desprecian y no logrará más que echar a perder los corazones que la divina Providencia le ha confiado. (**Es10.938**))
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