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((**Es10.937**) y beber demasiado o demasiado poco; el derrochar inútilmente la voz cuando se da clase o se predica, etc. Mostraba lo malo que es entregarse a trabajos mentales inmediatamente después de comer; no dormir lo suficiente (septem horis dormivisse, nos iba repitiendo, satis iuveni senique, bástanles al joven y al anciano para dormir siete horas, pero dejaba a los Directores un margen de una hora más o menos, según las circunstancias); abandonarse a la melancolía, lima sorda de la más exuberante salud; y, por fin, el cuidado exagerado de la propia salud, de manera que se vive a costa de drogas y medicinas, que acaban por arruinarlo del todo, según aquel proverbio: qui medice vivit, modice (o miserrime) vivit (el que vive de medicamentos, módica o míseramente vive)>>. 2. En las visitas a las casas En toda ocasión brotaban del corazón y de la boca del Santo los más sabios avisos, singularmente en las audiencias privadas y en las conferencias que daba a los hermanos en sus frecuentes visitas a cada una de las casas. No resulta fácil reseñar, ni al vuelo, el amplio apostolado que desarrollaba en estas visitas. Estas empezaron a aumentar enormemente su trabajo y su caridad, porque, si es verdad que causaba admiración contemplarle en las fundaciones, más llamaba la atención ver su dulzura y cuidados paternales con todos sus hijos, a quienes sentía la necesidad de dar gusto y animar personalmente. Aunque no quería a su llegada, recepciones, representaciones teatrales, ni invitaciones de autoridades, para no perder tiempo, según decía él, pues quería verlo todo, examinarlo todo y hablar familiarmente con todos, superiores y alumnos, sin embargo todos lo recibían con júbilo indescriptible. Apenas ponía el pie en una casa, su primera pregunta -según deponía más tarde don Luis Piscetta- era si había enfermos, e iba enseguida a visitarlos. Tenía para ellos una caridad verdaderamente maternal, y observaba si estaban provistos de todo lo necesario. Pasaba también a examinar cómo eran ((**It10.1018**)) tratados los achacosos y hasta los sanos. -Hay que usar la economía, decía, pero también la caridad. Cuídese su alimentación, su vestido; en fin, todo lo que necesiten. En su primera noche volvía a saludar a la comunidad, después del rezo de oraciones, con las más sencillas y amables palabras. En Lanzo, una vez, comenzó diciendo: (**Es10.937**))
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