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((**Es10.78**) Entonces dije entre mí: -íQuiero ver en qué consiste este maravilloso e inaudito fenómeno! Lo examiné, pues, atentamente en todas sus partes, a pesar de encontrarse tan alto, y pude descubrir que, por la parte de arriba, terminaba en forma de una gruesa bola sobre la cual estaban grabadas en grandes caracteres estas ((**It10.75**)) palabras: El que todo lo puede. Tenía alrededor varias filas de balconcillos ocupados por una inmensa multitud de personas de toda edad y condición, todas de aspecto glorioso y feliz, adornadas con vestiduras resplandecientes de infinita variedad, de diversos colores e indescriptible belleza que con sus sonrisas y actitud amistosa parecían invitarnos a tomar parte de su gozo y triunfo. Desde el centro de aquel globo celeste partía una tupida lluvia de haces y dardos de luz tan viva que hería directamente a los jóvenes en los ojos, los dejaba sin sentido, vacilaban un momento y, finalmente, no pudiendo mantenerse en pie, se veían obligados a tirarse de bruces al suelo. Por mi parte, no pudiendo resistir tan gran esplendor, comencé a exclamar: -íAy, Señor, os ruego detengáis este divino espectáculo o me hagáis morir porque no puedo resistir tan extraordinaria belleza! Dije esto, sentí que me faltaban las fuerzas y yo también me arrojé al suelo gritando: -íInvoquemos la misericordia de Dios! Después de unos instantes, me repuse, me levanté y di una vuelta por el valle, para ver qué había sido de nuestros muchachos. Con gran sorpresa y admiración pude comprobar que todos estaban postrados y tendidos en el suelo, inmóviles y en actitud de rezar. Para cerciorarme de si estaban vivos o muertos, comencé a tocarles con el pie, a unos y otros, diciéndoles: -íEa! >>Qué hacéis aquí? >>Estáis vivos o muertos? Uno me dijo: -Invoco la misericordia de Dios. Y sucesivamente me repetían la misma respuesta todos los que yacían en el suelo. Pero, al llegar a cierto punto del valle, vi con gran dolor a algunos que estaban en pie, derechos, en actitud de rebeldía, con la cabeza erguida y vuelta hacia el globo, como si quisieran desafiar la majestad de Dios, y con el rostro negro como el carbón. Me acerqué a ellos, les llamé por sus nombres, pero no daban señal alguna de vida. Estaban fríos como el hielo y como fulminados por los rayos y los dardos que emitía el globo ante su obstinación de no quererse doblegar e invocar con sus compañeros la misericordia divina. Lo que más me desagradó fue, como dije, comprobar que aquellos desgraciados eran muchos. Mas he aquí que entretando vi aparecer, en el fondo del valle, un monstruo de extraordinaria corpulencia e indecible deformidad. Era más feo y deforme que todos los monstruos de la tierra que yo haya podido ver. Se acercaba hacia nosotros a grandes pasos. Entonces hice que se pusieran de pie todos los muchachos, los cuales, ante la horrible aparición, se sintieron también llenos de pavor. Yo, preocupado y anhelante, me puse a buscar por allí cerca para ver si había algún superior, que me ayudase a acompañar a los muchachos al montículo más próximo y ponerlos a salvo de las zarpas de aquella bestia feroz, si por acaso intentaba asaltarlos; pero no encontré a nadie. Entretando, el monstruo se acercaba cada vez más, y ya estaba a poca ((**It10.76**)) distancia de nosotros, cuando el globo, que hasta entonces había permanecido inmóvil(**Es10.78**))
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