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((**Es10.717**) le dejó estupefacto al ver cómo resolvía toda dificultad, ya que el eminentísimo Prelado no tenía hasta el momento un concepto muy alto de don Bosco. Ofreció al cardenal Bizzarri dos estampas de la Virgen, y el Cardenal no las aceptó. Presentóle entonces un ejemplar de la Circular enviada a las Casas, en la que había pedido oraciones particulares por los componentes de la Congregación Particular. Y al leer aquellas líneas, exclamó el Cardenal: -íAy, no, por favor, nada de pactos! Y añadió el Santo: -íPero, al menos por gratitud! -íDe ningún modo! Y le dijo que para la aprobación definitiva no hacía falta nada, puesto que el Santo Padre le había dicho íque se dejara de escrúpulos y abriera la mano! El cardenal Vicario lo entretuvo casi hora y media. Declaróle ante todo que, aun antes de leer la Positio, estaba convencido de que el nuevo Instituto era obra de Dios. Comenzó después a poner de manifiesto algunas de las afirmaciones de monseñor Gastaldi, y don Bosco expuso tan claramente cómo estaban realmente las cosas, que, al fin, exclamó el Cardenal: -íBien, a lo sumo se hará alguna observación y nada más! Entonces don Bosco contó lo que había ocurrido el día anterior en la visita hecha al cardenal Bizzarri. Rióse el cardenal Vicario y le pidió cordialmente que hiciese rezar muy mucho por él, pues de buen grado aceptaba el don. También el cardenal De Luca lo recibió con gran cordialidad, y como le rogara don Bosco, al final, que le diera un buen consejo que recibiría con suma gratitud, tomóle de la mano y, mirándole seriamente ((**It10.788**)) un momento, exclamó al fin: -íGuárdese mucho del Arzobispo de Turín! Y don Bosco contestó: -No lo dude, Eminencia, lo tendré en cuenta; pero íbasta ya sobre este tema! En estas visitas solía hacer algún regalito a todos, también a los familiares y a la servidumbre. Era parte de su programa. Una tarde iba con don Joaquín Berto por una calle algo desierta cuando se le acercó un mendigo y le pidió limosna. Como no llevaba nada en el bolsillo, pidió a don Joaquín que le diera algo; pero tampoco éste tenía nada. íPaciencia! Siguiendo el camino, advirtióle don Joaquín que eran tantos los (**Es10.717**))
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