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((**Es10.653**) de los cuales, como si tuviese que presentarme ante el tribunal de Dios, manifiesto mi pensamiento sobre este asunto. Me manda decir que no admitirá ya a ninguno de nuestros clérigos a las sagradas ordenaciones, si no salen de nuestras casas el clérigo Borelli, que hace dos semanas que no está con nosotros, y el clérigo Rocca. Pide además, promesa formal de no recibir en ninguna casa de nuestra Congregación a quien haya pertenecido al clero de Turín. Como no me da ninguna razón, creo poder hacer algunas consideraciones. Si estos clérigos han sido expulsados del Seminario, >>qué importa que vayan a refugiarse en una casa donde reflexionar sobre su suerte, a prepararse para un examen, o aprender un oficio, con que poder ganarse de alguna manera un trozo de pan? >>Acaso porque han perdido su vocación, tendrán estos clérigos que vagar a la ventura o entregarse a un triste porvenir? Parece mejor ayudarlos a colocarse en algún sitio, donde puedan trabajar y remediar su situación. Así lo han hecho y siguen haciéndolo todavía los Obispos, con los que estamos en relación. Podrá, tal vez, decirse que pidan permiso, y así queda resuelta toda dificultad. Se puede responder que la obligación de pedir permiso es un grave peso para ellos y para la Congregación o casa a la que van a pedir amparo; es una condición que, no habiendo sido puesta en la aceptación del seminarista, el superior no está autorizado a añadirla. Tanto más cuanto que este permiso fue pedido ya varias veces y hasta ahora no fue concedido. V. E. en estos casos debe más bien considerar que, si a estos clérigos, expulsados del seminario, se les dice que por orden del Arzobispo no pueden ser recibidos en ninguna casa, o, recibidos, tienen que ser expulsados, V. E. me parece que se crea tantos adversarios cuantos son los amigos o parientes de ellos. Tanto más cuanto que algunos de ellos habrían hecho ya algún curso de estudios o comenzado a aprender un oficio. Esta declaración, que no creo estar obligado a hacer, levantaría una pared divisoria entre la Congregación Salesiana y el ((**It10.719**)) clero de esta diócesis, a cuyo bien está especialmente consagrada y trabaja desde hace ya más de treinta años. Por otra parte, si, tocante a esta materia, hubiese alguna prescripción de la Iglesia que yo ignoro, me sometería enseguida y totalmente. Y con respecto a que todos los clérigos se presenten para la ordenación, observo que V. E. debe rehusarla, si encuentra en ellos dificultades; pero si son dignos de ella, >>querrá V. E., tal vez por represalia, o por motivos completamente ajenos a los mismos, rechazarlos, privando así a la Congregación, a la Iglesia y a su misma diócesis de sacerdotes, de los que hay tanta escasez? Me parece que esta Congregación, que desinteresadamente, sin percibir emolumento alguno, trabaja en favor de esta diócesis y desde 1848 hasta ahora ha proporcionado al menos dos tercios del clero diocesano, merece algún miramiento. Tanto más cuanto que, si un clérigo o un eclesiástico viene al Oratorio, no hace más que cambiar de residencia y seguiría trabajando en la diócesis y para la diócesis de Turín. De hecho, las tres veces que V. E. juzgó no admitir a algunos de nuestros clérigos a la ordenación, no hizo más que disminuir el número de los Sacerdotes que trabajan en esta diócesis. Así las cosas, yo quisiera que V. E. estuviese completamente convencido de que los dos, V. E. y yo, tenemos quien está a nuestro alrededor y arteramente querría arrancarnos algo para divulgarlo y decir: el Arzobispo ha roto también con el pobre (**Es10.653**))
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