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((**Es10.611**) en número limitado, a Hermanos ingresados en las casas de la Sociedad después de los catorce años, podía de momento considerarse salvada toda dificultad. A su regreso de Varazze, don Bosco confió los trámites para las ordenaciones al catequista don Juan Cagliero, el cual siguió disfrutando de la bondad de monseñor Manacorda, hasta cuando éste salió de Roma y fue a Fossano. Sucedíale al principio que incurría en alguna inexactitud en el envío de los papeles necesarios y también en la redacción de las dimisorias; monseñor Manacorda se lo advertía con cierta gracia, y él recibía alegremente cualquier observación. El 21 de mayo de 1872 contestaba a Monseñor en estos términos: Don Bosco quedó aliviado en parte de su gran aflicción al ordenar V. S. a nuestros clérigos. Creo ciertamente que he incurrido en inexactitudes. Y se repetirán, mientras el canciller del Oratorio, que soy yo, no tenga la experiencia del errando discitur. Le diré, sin embargo, por lo que toca al clérigo Paglia, que no mencioné la facultad especial recibida de enviar sus dimisorias, al no poder fechar el rescripto pontificio, por la sencilla razón de que aquí, en la Curia Arzobispal, me lo han perdido y ya no es posible encontrarlo. En cuanto al sello creía que era suficiente el que encabeza las dimisorias. Todavía no tenemos un sello especial de la Congregación, pero se está haciendo. Y todavía no está confeccionado por hallarse bajo la vigilancia demasiado estrecha del Gobierno, que quiere acabar con las Congregaciones... En cuanto a las dimisorias, hágame advertir con toda libertad las inexactitudes y pondremos remedio: >>bastará que se advierta al Obispo ordenante de la facultad especial concedida por Roma para conceder las dimisorias a los que han ingresado en nuestras casas después de los catorce años, con una hoja aparte, o es necesario insertarla en las dimisorias et in corpore? En este caso fateor imbecillitatem meam, y no sé cómo incluirla. Hasta ahora se exhibía la facultad simplemente ad cautelam; y se omitía <>. Perdóneme, regáñeme y corríjame. ((**It10.672**)) Esa alegre llaneza, habitual entre varios dignatarios eclesiásticos y algunos de nuestros hermanos, comenzó a eclipsarse en el rostro de quien la había tenido hasta entonces de la manera más familiar, es decir, de monseñor Gastaldi. Mientras fue obispo de Saluzzo, siguió tratando a los nuestros con gran amabilidad fraterna; una vez Arzobispo de Turín, de repente pareció otra persona. El primero en comprobarlo fue don Santiago Costamagna, en la Pascua de 1872, cuando fue a predicar los ejercicios espirituales a los alumnos de la Generala (correccional de menores). El último día estuvo allí el Arzobispo para celebrar la santa misa y administrar el sacramento de la confirmación. Después de la función, presentes el capellán, el director y otros, se adelantó a saludarlo don Santiago (**Es10.611**))
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