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((**Es10.536**) Tenía ya en su alma el espíritu salesiano. >>Habrá animado también él a María a dedicarse al mismo apostolado en favor de las niñas? En 1862 se encontró en el tren con don Bosco y tuvo con él un íntimo coloquio, desde Acqui a Alessandria. El buen sacerdote de Mornese le habló de la Pía Unión de las Hijas de la Inmaculada y del bien que iba haciendo; don Bosco le dijo a las claras que también él tenía en la mente desde hacía tiempo el inicio de un instituto religioso, que desarrollara con la juventud femenina el mismo programa que los Salesianos comenzaron a desarrollar con los muchachos, pues había recibido a este propósito apremiantes instancias de Prelados y Obispos. Y nada más, íaunque hubiera podido decir muchas otras cosas! De todos modos, la conversación no podía haber sido más interesante. Terminó el Santo invitando a don Domingo Pestarino a que visitara el Oratorio de Valdocco. Ciertamente que don Bosco habría podido decir más cosas, pues el Señor ya le había indicado claramente y repetidas veces, en sueños o visiones, lo que quería de él, y cómo, y cuándo... Nosotros pensamos que desde la primera escena, que se le repitió varias veces, y en la que vio inacabables rebaños de corderos y ovejas a su alrededor, ya se le indicó que, a la par de los niños, también se confiaban a su caridad las niñas. Por su humildad el Santo anduvo siempre con mucha cautela a la hora de prestar fe a los sueños, y más todavía para hablar de ellos, pues nunca salió de sus labios ni de su corazón nada que pudiera redundar en su alabanza. Pero en algunas de sus narraciones resaltan ciertos detalles, los cuales nos hacen creer que también se le indicó que su misión debía extenderse a los niños y a las niñas. Es verdad que, cuando fue mochil en la granja de los Moglia, se ocupaba asiduamente del pequeño Jorge y de los muchachos de Moncucco, pero nunca quiso ((**It10.586**)) saber nada de las muchachas. También es verdad que, junto con esta altísima norma de conducta, sentía tan hondamente el ardor de la caridad, que jamás se habría permitido sustraerse a una obra, que Dios le hubiese señalado necesaria para la salvación de otras almas. Tanto es así que en 1862, en uno de sus sueños, había declarado a la marquesa de Barolo: >>Nuestro Señor vino al mundo para redimir solamente a los muchachos o también a las muchachas...? Pues bien, yo debo procurar que su sangre no se haya derramado inútilmente, lo mismo para los muchachos que para las muchachas. Y el año siguiente decía a Carolina Provera, que quería hacerse (**Es10.536**))
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