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((**Es10.530**) Por aquel tiempo había iniciado en Mornese un fecundo apostolado el piadosísimo don Domingo Pestarino, cuyo recuerdo será imperecedero. Al terminar los estudios en el Seminario de Génova, donde había trabado estrecha amistad con el canónigo Alimonda, más tarde Cardenal de la Santa Iglesia y Arzobispo de Turín, y con el Siervo de Dios el teólogo José Frassinetti, se ordenó sacerdote y volvió a Mornese, donde había nacido. Llamaba la atención en aquel pueblo ver a alguien acercarse a la mesa eucarística durante la semana, pero, gracias a su ardiente celo, al cabo de pocos años, la mayor parte de los feligreses, hombres y mujeres, se acercaba a ella diariamente. A tal extremo que el obispo, monseñor Contratto, cuando hizo la visita pastoral, afirmó: -Mornese es el jardín de mi diócesis. Y María era y tenía que aparecer a los ojos de todos como la más hermosa flor de Mornese. Pero >>cómo hubiera podido esta humilde y virtuosa muchacha ponerse sin más al frente de un amplio grupo de jóvenes aspirantes a la vida religiosa normal y de pronto ((**It10.579**)) hacer suyo el espíritu del Fundador, aun teniendo las mismas aspiraciones, si no las hubiese cultivado de antemano? También en esto fue preparándola el Señor de manera maravillosa. Encontramos algunos detalles en un librito del teólogo Frassinetti, titulado Regla de la Pía Unión de las nuevas Ursulinas, Hijas de Santa María Inmaculada, bajo la protección de Santa Ursula y de Santa Angela Merici 1. Hacia 1850 hubo en Mornese una piadosísima joven, Angelina Maccagno, la cual, a sus dieciocho años de edad, determinó consagrarse enteramente a Dios, sin abrazar la vida religiosa y permaneciendo en el siglo. Comunicó primero su intención a una prima, que manifestó su decisión de aceptar el proyecto. Habló después de ello con su director espiritual, don Domingo Pestarino, el cual, tras ponderarlo pausadamente, diole su consentimiento. Entonces, de acuerdo con él, pensó en redactar un Reglamento que sirviera de norma para las muchachas ya reunidas y las que se decidiesen a unirse a ellas con el mismo fin. Desconocía en absoluto la Compañía de Santa Ursula, fundada por santa Angela Merici y aprobada por Pablo III en 1544. 1 Génova, 1867. Tipografía de la Juventud. (**Es10.530**))
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