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((**Es10.485**) <> Os decía no ser verdad que el reverendo don Bosco hubiera recibido de los Obispos, y mucho menos de la Santa Sede, el encargo de tratar la cuestión y que él había venido a Roma, como suele hacerlo por enero desde hace varios años, para asuntos de su Congregación. >>Así ciertamente estaban entonces las cosas; pero, posteriormente, según me han asegurado, parece que don Bosco, movido ciertamente por un buen fin, ha dado algunos pasos de propósito. >> Y hay quien teme que él, engañado por su excesiva bondad, se ha dejado comprometer en una iniciativa, a la que la autoridad eclesiástica sigue ajena...>>. No debe extrañar, aun cuando don Bosco cumpliera el grave mandato con la máxima reserva, fuera juzgada mal su actuación y que, de una y otra parte, del clero y de los seglares, le cayese encima una lluvia de críticas. Trabajando para obtener las temporalidades de los Obispos, iba intentando llegar a una especie de conciliación; y por aquellos días la conciliación era el anhelo de los buenos y el espanto de los anticlericales, por lo que cada uno hablaba de ello a su manera; baste decir que se hicieron gestiones para demostrar palmariamente a los Ministros que nada podía garantizar la libertad del Papa, si no volvía a ser libre señor, por lo menos de Roma. Don Bosco, firme en su plan, iba y venía de Vigliani a Antonelli, hasta dos veces al día, de uno a otro. Los del Gobierno parecían animados y movidos por las mejores intenciones. Y eso, tal vez, con vistas a la Monarquía, cuya dignidad parecía menguar de día en día. Varias veces habló don Bosco de ello al Papa, que veía claramente que la ocupación de Roma no terminaría ((**It10.530**)) tan pronto, con daño incalculable para las almas; por eso, movido de su gran bondad, se habría adaptado también a disposiciones transitorias, con tal de que quedaran completamente a salvo los derechos de la Santa Sede. Le dijo también claramente: que el rey Víctor Manuel fuese Vicario del Papa en los asuntos temporales pero que el dominio supremo quedase en el Pontífice, con facultad para restringir el poder del Rey, cuando lo juzgara oportuno, y eso con respecto también a los estados pontificios; que, en resumidas cuentas, también él se mostraba dispuesto a llegar a una conciliación. (**Es10.485**))
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