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((**Es10.286**) Llegaron a la plaza de María Auxiliadora. Tal y como él había indicado, no se le tributó ningún recibimiento solemne, ni sonó la banda. Entró en el Santuario por la puerta principal, en compañía de los Superiores. En el templo le esperaban los alumnos, otras piadosas personas y muchos bienhechores. Apenas puso los pies en el presbiterio, entonó Buzzetti el salmo Laudate, pueri, Dominum, y él, arrodillado ante el altar de María Auxiliadora, cercado por los superiores, con el rostro encendido de amor santo, oró durante largo rato. Después se levantó, se acercó a la balaustrada y, desde allí y en silencio, estuvo contemplando fijamente unos instantes a sus amados hijos con la más viva complacencia. Una profunda emoción invadió el corazón de todos. También él, sumamente impresionado, tomó la palabra, o mejor pronunció unas palabras, casi entrecortadas: dio las gracias por todo lo que habían hecho para que el Señor le conservara la vida, recomendó que siguieran pidiendo por él, y, al mismo tiempo, agradecieran a María Auxiliadora los innumerables favores concedidos al Oratorio... Y calló. Quería añadir otras palabras, mas no le fue posible, su corazón no resistía la riada de afectos que en él se agolpaban. Hizo un ademán de saludo y se retiró. Tan pronto como comenzó a hablar y oyeron los alumnos aquella voz tan deseada, pero apagada y algo fatigada, cerraron ((**It10.310**)) sus ojos arrasados en lágrimas, y no volvieron a levantarlos hacia don Bosco en aquel momento. Salió al patio. Le acompañaban también en silencio los Superiores, y él, al ver tanta emoción, volvióse a don Miguel Rúa y a don Juan Bonetti; y empezó a decir sonriendo: -J' l'hai gia fam, e ti t'am das anc“ra nen da mangé?... (Yo tengo hambre ya, y >>tú no me das todavía de comer?). Enría, como fuera de sí, se había quedado de rodillas en el presbiterio. Tomóle Buzzetti por un brazo y le acompañó hasta el comedor, donde don Bosco, al verlo con los ojos enrojecidos, le preguntó: ->>Por qué lloras? >>No estás contento? -Demasiado, contestó Enría. Y se echó a llorar, mientras los ojos de don Bosco se arrasaban también en lágrimas. Pasada aquella emoción general, fueron indescriptibles y desbordantes de santa alegría las fiestas que se desarrollaron aquellos días, de acuerdo con el programa establecido. El día 16 se celebró la conferencia general para los Salesianos del (**Es10.286**))
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