Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


((**Es10.16**) Dios, al preguntarle qué pensaba de aquel <>, exclamó: -í Verdaderamente es un misterio... un misterio! Tampoco yo entiendo algunas cosas; pero como sé que a los Santos no se les puede juzgar con criterios humanos, íme conformo con admirar lo que hacen! Los puntos obscuros procedían de su manera de actuar, que podían parecer extraños a algunos. Fiel imitador de Nuestro Señor Jesucristo, que se limitó en el santo Evangelio a dar a conocer únicamente los actos exteriores, que revelaban su misión divina, y no permitió que se dijera nada de su vida privada, salvo lo referente a lo común y ordinario, limitóse también don Bosco a mostrarse como un sencillo y buen ministro de Dios, sin nada extraordinario, manteniendo habitualmente oculto todo acto de vida interior. Era sobrio en la pobre mesa del Oratorio y seguía siéndolo en los espléndidos banquetes de las casas señoriales, a las que iba con la esperanza de recibir alguna limosna para sus obras, o para agradecer las que había recibido, mas sin causar molestia a los demás con alardes de austeridad. Era siempre el mismo, jovial y sonriente, indiferente a las alabanzas o a las críticas que recibía, especialmente de los periódicos, que hablaban de él sin cesar. Se mostraba franco e intrépido ante las autoridades, ante el pueblo y ante nobles personajes. Tan seguro parecía de sí mismo que, a veces, se le hubiera ((**It10.5**)) tachado de temerario; y, en privado, con sus hijos, habitualmente se manifestaba reservado, casi tímido y lleno de inefable caridad. Permanecía tranquilo e impertérrito frente a las más ásperas y graves contradicciones, frente a la carencia absoluta de medios materiales. En las más duras pruebas, era compasivo con los que sufrían, sentía los dolores ajenos como si fueran suyos. Se le vio llorar junto al lecho de un clérigo moribundo o al enterarse de la muerte de un alumno. Se intranquilizaba y preocupaba al descubrir o saber que no se cumplía un artículo del Reglamento, y más aún, cuando sabía que alguno se portaba mal. Arrugaba el entrecejo cuando oía hablar de un escandaloso o blasfemo, por el horror que experimentaba y el dolor que le partía el corazón. Aunque trataba y llevaba a término con cautela y prudencia cualquier negocio, por complicado y difícil que fuera, sin embargo era paternalmente expansivo con los suyos, a los que solía comunicar, a veces también a(**Es10.16**))
<Anterior: 10. 15><Siguiente: 10. 17>

Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


 

 

Copyright © 2005 dbosco.net                Web Master: Rafael Sánchez, Sitio Alojado en altaenweb.com