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((**Es10.158**) Reverendo don Bosco: Si al empezar a subir una escarpada cuesta, alzo los ojos y perplejo me pongo a observar la altura, me parece que se trata de una inaudita fatiga y aun se agrandan más las dificultades y peligros. Mas si un consejo paternal me viene a prestar ayuda, si una voz bondadosa me dice: <<íánimo, que yo estoy contigo!>>, entonces, con insólito vigor me lanzo a la obra y alcanzo la meta, que poco antes era un puro deseo. Contemplo desde allí las cumbres que están a mis pies; descubro a lo lejos el mar, que, agitado por indómita tempestad, parece arrollarlo todo y rebelarse contra el Cielo; en medio de las olas una ligera navecilla, guiada por un antiguo y experto piloto, surca las aguas traidoras, sin miedo a los trallazos de las olas porque una buena estrella de guía; ella surca los mares y lleva la luz allí donde no brilla el sol, es mensajera de paz, de alegría, de amor; resplandece con luz propia que vigoriza el corazón. Pues bien, esto mismo nos pasó a nosotros. Esa voz amable, reverendo Padre, es la suya que infunde vigor y fuerza, nos llama a su lado, nos mantiene unidos bajo una sola bandera, nos da consejo y vida, nos guía por el recto camino y nos marca la senda para llegar a la cumbre desde donde se contempla el mundo. La senda indicada es la virtud; en la cumbre está la gloria, premio para quien trabaja y se afana por el bien; su bondad se dignó volver la mirada hacia nosotros y nos quiso llamar a su lado en medio de las dudas y peligros de un mundo agitado. -íAh, sí! Bendito sea el cielo, bendito el feliz momento en que su palabra, prenda segura de paz, alegría y felicidad para nosotros, vino, no sólo para servirnos de acicate y estímulo, sino que cobró el vigor y la fuerza de una ley. Usted, al confiarnos la alta misión de buscar con la diversión la utilidad para el Oratorio, quiso darnos la ocasión de abrir nuestros corazones, prestar nuestra labor y ofrecer cuanto estaba en nosotros. Pues bien, yo ahora me ufano diciéndole que cumplimos nuestro cometido con toda la buena voluntad que jamás se pudo imaginar. Nos dominaban el brío ((**It10.166**)) juvenil, el ardor, el entusiasmo; aprovechamos todos los recursos para el feliz éxito y he aquí estas casi cuatro mil liras que representan el resultado de la operación. Ciertamente habrá que deducir algunos gastos a pagar fuera del Oratorio; se trata de unas setecientas liras, que ya fueron abonadas con la aportación de nobles y generosas ofertas, que en estos días hemos recibido de ilustres y bondadosas personas. Reverendo Padre, no nos queda más que presentarle unánimemente nuestro sentido agradecimiento. Nace de lo más íntimo del corazón y es una palabra de sincero reconocimiento y afecto. Desde la cumbre a la que hemos llegado, queremos enviar un saludo al Venerando Septuagenario Piloto, que ya alcanza el vigésimo quinto año de viaje sobre su navecilla. Los mares, hoy azotados por las más terribles borrascas, le hacen blanco de sus tremendas iras. Desencadénense en hora buena los indomables vientos; él no teme; confía en su estrella, y las palabras: Portae inferi non praevalebunt (las puertas del infierno no prevalecerán) le devuelven con razón toda la calma. Pero, en tanto, entre los abrojos y espinas que un mundo perverso le va deparando día a día, no le será desagradable recibir de nuestra Comisión, compuesta (**Es10.158**))
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