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((**Es10.1054**) Les ruego, además, tengan alguna consideración conmigo, que me encontraba a las puertas del invierno, con más de ochocientos muchachos, vestidos con ropa de verano y sin pan, con la dura necesidad de tener que ponerlos a todos en la calle. He preferido correr el riesgo de ir a la cárcel y pagar multas, antes que dejarlos sufrir. íHágase todo lo que se pueda, me dije, antes que abandonarlos! Y ((**It10.1149**)) ahora me veo con la amenaza de un embargo por orden del Gobierno, después de haber recogido a bastantes jóvenes recomendados por el mismo Gobierno! ->>No hubiera podido, replicó el Procurador, pedir la aprobación? -Me encontraba en la necesidad extrema de obrar así; si hubiese recurrido a la aprobación del Gobierno, las gestiones hubieran sido largas, y cualquier tardanza, por breve que fuera, me hubiera quitado la posibilidad de poner remedio. -Pero la ley dice que también están prohibidas las colectas. -Y >>usted cree que yo podía suponer que quien redactó esta ley concibió aquel artículo en sentido tan estrecho, por no decir bárbaro, como para prohibir toda colecta, incluso pedir limosna para acallar el hambre de tantos pobres hijos del pueblo? Intentaron oponérsele de todos modos pero, ante sus respuestas precisas y claras, aquellos señores se miraban a la cara y se decían unos a otros: ->>Pero don Bosco es abogado? Al principio, al ver a un cura y el aire sencillo con que hablaba, se habían sonreído, pero después acabaron por quedar admirados. El Procurador mismo del Rey, movido por los razonamientos de don Bosco, dijo que mandaría enseguida extender información sobre aquel asunto y lo examinaría atenta y benévolamente. Cuando salió, el comendador Migliore quería besarlo, y le dijo: -Mire, si se hubiesen encontrado aquí juntos todos los abogados del mundo, no habrían podido sugerir mejores razones ni palabras más persuasivas que las que usted ha dicho. Pero don Bosco sabía la causa de tan encarnizada oposición. Había recibido la nota de todos los masones de Turín, que no eran pocos, y había entre ellos personas que jamás hubiese imaginado. Así lo contaba él mismo. Entretanto se había esparcido la voz diametralmente opuesta a lo que él había manifestado 1, a saber, que él (don Bosco) iba repitiendo 1 Véase, Capítulo I, pág. (65). (**Es10.1054**))
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