Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


((**Es1.56**) años, respondían con la misma sencillez y confianza que cuando eran niños. Al mismo Juan, siendo ya sacerdote, no dejaba de prodigarle sus advertencias. Cuando llegaba a casa, en la aldea, a hora avanzada, después de dar una misión fatigosa por los pueblos vecinos; cuando volvía cansado y sudoroso de un largo viaje; o cuando, ya en el Oratorio, entraba en su habitación cargado de sueño, después de haber predicado y confesado todo el día, y comenzaba a quitarse la ropa, su madre le detenía y preguntaba: -Has dicho ya las oraciones?- El hijo, que ya las había recitado, sabedor del consuelo que proporcionaba a su madre, respondía: -íVoy a rezarlas enseguida!- Y añadía ella: -Porque mira: estudia tus latines, aprende toda la teología que quieras; pero no olvides que tu madre sabe más que tú: sabe que debes rezar.-El hijo se arrodillaba y mamá Margarita, mientras tanto, daba vueltas en silencio por la habitación, despabilaba el candil, arreglaba la almohada, abría la cama y, cuando el hijo había terminado de rezar, salía sin añadir palabra. Se podría objetar que se trataba de una pretensión inoportuna e indiscreta. Pero yo creo no equivocarme afirmando que en aquel momento la buena Margarita gozaba pensando cómo, después de tantos años, sus hijos eran para ella los mismos de otros tiempos, sencillos, sumisos, respetuosos. íCuántas madres en nuestros días no se ven reconocidas como tales por sus hijos irrespetuosos que, llega dos a mayores de edad, les niegan todo gesto de respeto y deferencia! íCuántas tienen que llorar al verse despreciadas, ridiculizadas, insultadas por hijos desnaturalizados, que emplean con ellas los modales y los aires de un amo! Margarita, ((**It1.48**)) en cambio, al poder repetir a sus hijos las mismas palabras que les dirigía cuando eran niños cada noche, al verlos tan obsequiosos a sus avisos, se daba cuenta de que seguía siendo para ellos la misma de siempre. Pasaban los años, pero no pasaba la alegría de la niñez. Margarita, que poseía un corazón sensible y delicado, se retiraba muchas veces a su cuarto enjugando las lágrimas de alegría que brillaban en sus ojos. Las lágrimas de alegría que un hijo hace brotar de los ojos de su madre son más preciosas a la vista de Dios que todas las perlas de los mares de Oriente; y <> 1. Pero, además de la instrucción religiosa y de las oraciones, Margarita empleaba otro medio de educación, que era el trabajo. No podía soportar que sus hijos estuvieran ociosos y los adiestraba con 1 Eclesiástico, 111, 4.(**Es1.56**))
<Anterior: 1. 55><Siguiente: 1. 57>

Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


 

 

Copyright © 2005 dbosco.net                Web Master: Rafael Sánchez, Sitio Alojado en altaenweb.com