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((**Es1.54**) la ley de Dios, enseñada todas las noches con el catecismo y recordada frecuentemente a lo largo del día, era el medio seguro para que sus hijos se hicieran obedientes a los mandatos de su madre. Por eso, ella repetía preguntas y respuestas, tantas veces cuantas fuera preciso, para que sus hijos las aprendieran de memoria. Siendo como era mujer de gran fe, tenía siempre a Dios en su pensamiento y en sus labios. De mente despejada y palabra fácil,sabía servirse en toda ocasión del santo nombre de Dios para adueñarse del corazón de sus hijos. Dios te ve: era la palabra con que les recordaba que siempre se encontraban bajo la mirada del Dios grande, que un día los habría de juzgar. Si les permitía ir a entretenerse por los prados vecinos, les decía al despedirlos: -Acordaos de que Dios os ve. Si alguna vez los veía pensativos y temía que en su ánimo ocultasen pequeños rencores, les susurraba al oído: -Acordaos de que Dios os ve y ve también vuestros pensamientos, aun los más secretos. Si al hacer a alguno una pregunta, sospechaba que pudiera excusarse con una mentira, antes de que respondiese, le recalcaba: -Acuérdate de que Dios te ve. Sin saberlo repetía a sus hijos las palabras que Dios había dicho a Abrahán: <>. 1 Como también el recuerdo que Tobías daba a su hijo: -Todos los días de tu vida ten a Dios ((**It1.45**)) en tu mente, y guárdate de consentir jamás en el pecado y de quebrantar los preceptos del Señor nuestro Dios.-Esta gran verdad es la que mueve a responder, con José, al tentador: -Cómo puedo yo hacer ese mal y pecar contra mi Dios? Con los espectáculos de la naturaleza Margarita despertaba continuamente en ellos la memoria de su Creador. En las hermosas noches estrelladas, salían fuera de casa, señalaba al cielo y les decía: -Dios es quien ha creado el mundo y ha colocado allí arriba las estrellas. Si el firmamento es tan hermoso, cómo será el paraíso? -En la primavera, a la vista de una linda campiña o de un prado cubierto de flores, al despuntar la aurora serena o ante el espectáculo de un ocaso rosáceo, exclamaba: -íQué cosas más bellas ha hecho el Señor para nosotros! -Si se levantaba una tempestad y, al retumbar de los truenos, los niños se agrupaban a su alrededor, les hacía notar: -íQué poderoso es el Señor! Quién podrá resistirle? íTengamos cuidado de no cometer pecados! -Cuando una fuerte granizada echaba a perder las cosechas, al ir con sus hijos a observar los daños, les decía: -El Señor nos lo había dado, el Señor nos lo ha 1 Gn., XVII, 1.(**Es1.54**))
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