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((**Es1.414**) reuniera gente alrededor de su altar. Y para satisfacer este ardiente deseo de experimentar ese consuelo al menos una sola vez, hubo muchas personas que hicieron largos viajes para ir a Turín con esta finalidad; cuando don Bosco ((**It1.521**)) salía revestido de la sacristía para dirigirse a la capilla de San Pedro, centenares de personas devotas que estaban en la iglesia, dejaban su puesto y se agrupaban a su alrededor. Y cuando terminaba la misa repetían mutuamente en voz baja: -íEs un santo!, íes un santo!-. El lunes siguiente a la Trinidad, don Bosco fue a celebrar su segunda misa en la iglesia de la Consolata, para, como él escribió, <>El martes, continúa él, fui a Chieri y celebré la Misa en Santo Domingo, en donde todavía vivía mi antiguo profesor el padre Giusiana, que me atendió con afecto paternal. Durante toda la misa estuvo el buen profesor llorando de emoción. Pasé a su lado el día entero, que fue verdaderamente de cielo. >>El jueves, solemnidad del Corpus Christi, contenté a mis paisanos. Fui a Castelnuovo, canté la misa y presidí la procesión. El párroco invitó a comer a mis parientes, al clero y a los principales del lugar. Todos tomaron parte en la alegría, ya que yo era muy querido de mis paisanos y cada uno de ellos se alegraba de todo lo que pudiera constituir un bien para mí. Por la noche volví finalmente a mi casa. Cuando estuve próximo a ella y contemplé el lugar del sueño que tuve alrededor de los nueve años, no pude contener las lágrimas y exclamé: -íCuán maravillosos son los designios de la divina Providencia! Verdaderamente Dios sacó de la tierra a un pobre chiquillo para colocarlo entre los primeros de su pueblo. >>Aquel día mi madre, cuando ya estuvimos totalmente solos, me dijo estas memorables palabras: -Ya eres sacerdote: ya dices misa; en adelante ((**It1.522**)) estás más cerca de Jesús. Pero acuérdate que empezar a decir misa quiere decir empezar a sufrir. No te darás cuenta enseguida, pero poco a poco verás que tu madre te ha dicho la verdad. Estoy segura de que todos los días rezarás por mí, mientras yo viva y cuando muera: esto me basta. Tú en adelante, piensa solamente en la salvación de las almas sin cuidarte para nada de mí>>. íOh santa y generosa madre, que, como contaba don Cinzano, había hecho milagros de sacrificios, de privaciones, de paciencia, de humillaciones para ayudar al hijo a ser sacerdote! El Señor le había conservado la vida para que pudiera besar la mano consagrada de su Juan. En efecto, algún tiempo antes había subido a un moral de respetable (**Es1.414**))
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