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((**Es1.386**) situación del hijo, llegó un día a visitarlo con una botella de vino generoso y un pan de maíz. Lleváronla a la enfermería y enseguida se dio ella cuenta de la gravedad del caso. Al marchar quería llevarse aquel pan tan pesado para el estómago; pero tanto le rogó Juan se lo dejara, que, al fin, con alguna dificultad satisfizo su gusto. Cuando qeudó solo, se dejó llevar por el ansia de comer aquel pan y beber aquel vino. Empezó por tomar un pequeño bocado, lo masticó bien y le pareció sabrosísimo. Cortó después una rebanada, luego otra y, sin más pensar, acabó por comérselo todo, acompañándolo con sorbos de vino generoso. Después se quedó dormido, con un sueño tan profundo, que no despertó en dos días y una noche intermedia. Los superiores del seminario creyeron que aquel sueño era un sopor precursor de la muerte; pero resultó que, al despertar, estaba curado. Sin embargo le quedaron todavía algunos restos de esta enfermedad, que, tras varias vicisitudes y una terrible recaída, sólo desaparecieron por completo más tarde, cuando estuvo en el Refugio de Turín. Durante el año tuvo que volver a su casa varias veces para intentar restablecerse; pero su constancia, mejor aún, su aplicada obstinación al estudio de la teología le ((**It1.483**)) mereció recibir la tonsura y las cuatro órdenes menores el día 25 de marzo de 1840, domingo Laetare, en la iglesia arzobispal de Turín. Durante estso años no interrumpió Juan de ningún modo las relaciones con su antiguo maestro de Capriglio, al que profesaba gran veneración. He aquí, entre otras, una carta que aquel buen maestro, que se había tomado tanto empeño por infundir en su alumno sólidos principios de devoción, le escribía: Ponzano, a 5 de mayo de 1840 Muy querido y laudable amigo: Aunque habéis tardado en escribirme más tiempo del que os parecía conveniente a la amistad que nos une, vuestra atenta y larga carta, que me llegó hace pocos días, con los inauditos sucesos, ha suplido con creces la tardanza; aunque ninguna dilación merece reproche en aquello que no es necesario hacer o dejar de hacer. En cuanto a mí, me excuso diciendo que al escribir, según mi opinión, no es deber de amistad, sino cuando interesa al uno o al otro que se escriba, y en este caso yo no fallaré nunca. Vuestro bienestar y vuestros consuelos me alegran a mí y a vuestra muy querida tía. Dios nuestro Señor os conceda la gracia de llegar muy pronto a ser un digno ministro de su Iglesia, como me lo hace esperar vuestra prudente y ejemplar conducta. (**Es1.386**))
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