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((**Es1.348**) pues no había previsto una comida tan bien preparada, pero no era del caso protestar. -íViva Magdalena!- gritaban los convidados. Fue un día triunfal para aquella buena mujer. Sin embargo, los convidados no tardaron en darse cuenta de que la broma había pasado de la raya. Magdalena se apresuró a levantar la mesa, los amigos volvieron a sus casas decididos a no soltar palabra que pudiera comprometer a la sirvienta. Entretanto volvieron de Sciolze párroco y sobrino, que tributaron mil agasajos a Juan, el cual no habló de la comida, ni entonces ni después, mientras vivió su joven amigo; sólo tras la muerte de éste contó todo al párroco, el cual rió a carcajadas y recordó el versículo del Eclesiástico: <>.1 Esta pequeña aventura, que oímos al mismo don Bosco, nos da a conocer cómo ya entonces tenía una habilidad especial para ganarse la voluntad de los demás. Su afabilidad, unida a un profundo conocimiento del corazón humano, sabía doblegar los ánimos contrarios, obstinados, desalentados o caprichosos. Cuando advertía que no se conseguiría nada con razones de conveniencia, de caridad o de obligación, ((**It1.432**)) servíase del amor propio del otro con finísima habilidad y sin sombra de adulación o de mentira; y sabía pulsar esta cuerda de tal modo que la hacía responder a la nota que él tenía en su mente. Con una sola palabra de alabanza, un recuerdo honroso, un gesto o una palabra de estima, de amistad, de confianza, de respeto, conseguía la mayor parte de las veces hacer desaparecer cualquier dificultad o aversión, y lograba obtener cuanto deseaba de los de casa o de los de fuera. Serían necesarios muchos vólumenes para describir estas escenas, graciosas a veces, conmovedoras otras y, en ocasiones, hasta heroicas. En efecto, hemos visto a muchos que, vencidas las repugnancias, purificadas las intenciones, realizaron actos duraderos, impregnados de abnegación y sacrificio, de los que nadie los hubiera creído capaces. <>.2 En esta ocasión Juan se quedó unos días en Cinzano. Tuvo ocasión de seguir admirando más y más la conducta angelical de Comollo, su frecuencia de los sacramentos, su asiduidad a las funciones sagradas. Tenía las mismas aficiones que él, y en consecuencia, le veía 1 Eclesiástico, VI, 11. 2 Prov., X, 32; Eclesiástico, XL, 21. (**Es1.348**))
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