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((**Es1.327**) insistentemente a Juan le avisara y le impusiera una penitencia siempre que le viera en aquella postura. Juan no dejó de contentarle, tanto más cuanto que él edificaba verdaderamente a todos con su compostura. Nunca se le vio con una pierna cruzada ((**It1.403**)) sobre otra, se sentaba en las sillas sin apoyarse en el respaldo, y, cuando no trabajaba tenía las manos sobre el pecho con los dedos cruzados. Los dos mantenían una compotura exterior, que lo mismo en la iglesia que en el estudio, en la clase, en el refectorio y en todo lugar eran el encanto y la edificación de cuantos los observaban. Pinta don Bosco en sus memorias a su amigo con unos términos, que descubren, sin quererlo, la hermosura de su propio corazón y el humilde concepto de sí mismo: <>. >>Este maravilloso compañero fue para mí una bendición. Sabía avisarme en su tiempo oportuno. Me corregía y consolaba; pero con tal tacto y tanta caridad, que hasta me consideraba feliz en darle motivos para que lo hiciese, pues era todo un placer ser corregido por él. Trataba con él familiarmente e instintivamente me sentía inclinado a imitarlo y, aunque a mil leguas de él en la virtud, ciertamente le debo el no haber sido arrastrado por los disipados y haber perseverado en mi vocación. En una sola cosa ni siquiera intenté imitarle: en la mortificación. No acababa de comprender cómo un joven de diecinueve años tuviese que ayunar rigurosamente durante toda la cuaresma y otros tiempos mandados por la Iglesia; y ayunar todos los sábados en honor de la Santísima Virgen, renunciar a menudo al desayuno de la mañana, comer a veces a pan y agua y soportar cualquier desprecio e injuria sin dar la más mínima señal de resentimiento. Todo esto me desconcertaba. Pero, al verle cumplir tan exactamente los deberes de estudio y piedad, no podía menos de reconocer en aquel compañero un ideal de amistad, ((**It1.404**)) una invitación al bien, un modelo de virtud para quien ha de vivir en un seminario>>. A pesar de estas humildes expresiones de Juan, hay que reconocer que él era digno de compararse a Comollo y de gozar de su amistad. Basta, en efecto, oír cómo hablan de él algunos compañeros. Don Juan Francisco Giacomelli de Avigliana, siempre amigo íntimo de don Bosco, al que sobrevivió, cuenta cómo contrajo amistad con él. <(**Es1.327**))
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