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((**Es1.296**) para que progresaran en los estudios y en la piedad, le habían ganado la estima y el afecto de toda la clase, que aguardaba con impaciencia el día de su onomástico para poner de relieve cuanto la gratitud podía inspirar. Juan iba a la cabeza de esta demostración y había preparado un hermoso soneto. Ante todo, el veinticuatro de junio por la mañan, juntamente conLuis Comollo y otros compañeros fue a recibir la santa comunión por el profesor. El atento reconocimiento para cuantos procuraban su bien fue siempre una de las características más señaladas de su vida. El mismo nos dejó memoria de esta fiesta, como de la celebrada el año anterios en honor del profesor Banaudi. Por su parte tampoco el profesor Bosco quiso dejarse vencer en generosidad, ((**It1.362**)) y señaló el jueves siguiente para un paseo hasta los llamados Prados de Palermo, a tres kilómetros de Chieri, con una espléndida comida para todos los alumnos. Se leyeron varias composiciones a las que respondió conmovido el profesor. Innumerables fueron los aplausos y felicitaciones. Siguió después la merienda en la que todos comieron y bebieron a su gusto. Después, se dieron a saltar, correr y cantar: en suma, fue para todos un día de alegría nada fácil de describir. Pero, a cierto punto de los juegos, corrió la voz de que no se veía a Comollo. Temen que le haya ocurrido una desgracia: recuerdan muy bien que el año pasado, y en la misma circunstancia, murió un compañero ahogado en la fuente roja a pocos pasos de allí. Llenos de consternación se ponen a buscarlo por los alrededores, pero inútilmente. Al fin, lo encuentran donde nadie lo hubiera pensado: estaba escondido junto a la cercana capilla entre unas matas y una pilastra de la misma capilla. -Comollo, le dice Juan, qué haces aquí? Todos están intranquilos por ti y te andan buscando con angustia. Ven. - Dirigió él una mirada como quien ha sido estorbado en algo que le agrada y respondió: -Siento mucho vuestra intranquilidad, pero hoy no había rezado todavía el rosario y deseaba pagar este tributo a la Virgen María. - Tranquilizados los compañeros, dieron las gracias al profesor y emprendieron la vuelta a Chieri. A este propósito nosotros, aún admirando la ingenua devoción de Comollo, digna por cierto de toda alabanza, hacemos notar, deduciéndolo de las palabras de Juan, que él, en caso semejante, hubiera dejado para otro tiempo aquella oración y no se hubiera apartado de la compañía del profesor y de los amigos, para no aparecer menos cortés y ocasionarles disgusto, imitando en esto al querido San Francisco de Sales, a quien más tarde tomará ((**It1.363**)) como protector de su Congregación, el cual no quería ser esclavo de las devociones no obligatorias. (**Es1.296**))
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