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((**Es1.266**) -Entonces los judíos, no nos podemos salvar? -No, querido Jonás. Después de la venida de Jesucristo, los judíos no pueden salvarse si no creen en él. -íPobre de mí, si mi madre llega a enterarse que quiero hacerme cristiano! -No temas; Dios es el Señor de los corazones, y si te llama para hacerte cristiano, él hará de modo que tu madre se conforme o proveerá de otro modo al bien de tu alma. -Tú que me aprecias tanto, qué harías si estuvieras en mi lugar? -Empezaría por instruirme en la religión cristiana; mientras tanto, Dios abriría los caminos para cuanto deba hacerse en lo porvenir. Toma, pues, el catecismo elemental y empieza a estudiarlo. Ruega a Dios que te ilumine y te haga conocer la verdad. Jonás empezó desde aquel día a aficionarse al estudio de la fe cristiana. Iba al café y después de echar una partida al billar, buscaba a Juan para conversar sobre religión y catecismo. En pocos meses aprendió la señal de la cruz, el Padrenuestro, el Avemaría, el Credo y las verdades principales de la fe. Estaba contentísimo de ello y cada día que pasaba mejoraba en su conducta y en sus conversaciones. ((**It1.322**)) Era huérfano de padre desde niño. La madre, de nombre Raquel, había tenido alguna vaga noticia de que el hijo se inclinaba a cambiar de religión, pero no sabía nada seguro. La cosa se descubrió así: un día haciéndole la cama, encontró el catecismo que su hijo había dejado inadvertidamente entre el colchón y el jergón. Se puso a gritar por toda la casa, llevó el catecismo al rabino y, sospechando lo que sucedía, corrió a toda prisa en busca de Bosco, de quien había oído hablar muchas veces a su propio hijo. Imaginaos el tipo de la misma fealdad y tendréis una idea de la madre de Jonás: tuerta, dura de oído, de nariz abustada, desdentada, labios gruesos, boca torcida, barbilla larga y puntiaguda, y una voz que parecía un gruñido. Los judíos solían llamarla la Bruja Lili, nombre con el que ellos indican lo más feo. Su aparición espantó a Juan, y antes de que pudiera rehacerse, empezó a decirle: -Sepa usted que se equivoca del todo; usted ha sido el que pervitió a mi Jonás; lo ha deshorado ante todos; no sé qué va a ser de él. Temo que se haga cristiano, y usted será el culpable. -Juan, que no conocía aún a la madre de su amigo, comprendió por aquellas palabras quién era y de qué hablaba. Le expuso con toda calma que debía estar satisfecha y dar gracias a quien hacía el bien a su hijo. (**Es1.266**))
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