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((**Es1.243**) en una ((**It1.289**)) viña, un poco lejos de la ciudad. Juan pidió y se le dio palabra de que le dejarían libre los sábados por la tarde, para ir a la iglesia a confesarse. Es esto una prueba más de la heroica fortaleza de Juan, sometiéndose a tantas molestias para llegar al sacerdocio. Fue este el año en que debió soportar las mayores privaciones hasta en su pobre y escaso sustento. Se dice que el señor Ceppi, comerciante de hierros en Chieri, habló con Pianta para que se diera prisa en hospedar a Juan. Sea como fuere la cosa, pronto entró en casa del primo, para hacer de vigilante por la noche y ocuparse en varias tareas domésticas. No recibía paga alguna, pero tenía el tiempo necesario para estudiar. El primo le daba hospedaje y la menestra de balde. La madre, según su costumbre, le proveía de pan y otros comestibles. Un estrecho hueco, sobre un pequeño horno en el que se cocían los pasteles y al que subia por una escalerilla, era su cuarto para dormir; a poco que se estirara en la pequeña cama, los pies quedaban fuera del jergón y hasta del mismo hueco. <>. Cuando el amo le encargaba de anotar los tantos de los jugadores del billar, él iba a la sala leyendo un libro. Cuando soltaban una blasfemia o entablaban una conversación menos limpia, se ponía tan serio que los jugadores enmudecían. Con todo a veces, no conforme con desaprobar en silencio, se valía de la palabra y corregía con caridad y ((**It1.290**)) eficacia a los que habían faltado. Por esto, algunos de aquellos jaraneros, al no poder hablar tan libremente como se les antojaba, pidieron a Pianta no mandara más a Juan para apuntar los tantos del juego, porque, decían, les infundía respeto y se sentían cohibidos. Algunas veces exclamaban enfadados: -íQuitad a este muchacho de aqui! Al acabar los deberes de su cargo, Juan estudiaba y cumplía con diligencia sus trabajos escolares, dedicando el tiempo libre a leer clásicos italianos o latinos, y a preparar licores y pastas. Al cabo de medio año estaba en grado de preparar café, chocolate y sabía las normas y proporciones para hacer toda clase de dulces, pastas, licores, helados y refrescos; tanto. que el amo, considerando la utilidad que podría proporcionar al negocio, le hizo ventajosos ofrecimientos para que, dejando de lado toda otra ocupación, se diera por completo a aquel oficio. Pero Juan, que hacía aquellos trabajos únicamente por distraerse y por recreo, rehusó decididamente, protestando de (**Es1.243**))
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