Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


((**Es1.238**) de cirio pascual y sobre el campanario de la parroquia: si no es así, la gente no unirá su fuerza brutal a la nuestra. Cuando de buena gana, el párroco junte así las cosas y lo proclame desde el altar, la victoria es segura. Baste recordar a los españoles durante la guerra de la independencia. Cristo en el asta de la bandera por delante, el Evangelio en las manos del cura: y detrás aguas envenenadas, emboscadas de toda clase, trampas disimuladas donde caiga el enemigo, pueblos responsabilizados por no haberlos incendiado y haberse retirado, alambradas para detener la caballería, destrucción de puentes y caminos, barricadas por las ciudades, aceite y agua hirviendo, tizones encendidos, ceniza arrojada por las ventanas, todas las pestilencias infernales que se pueden sacar del averno, inventar otras nuevas, superar, si se puede, la sagacidad de Plutón>>. Pese a una atenta vigilancia, estas doctrinas y excitaciones empezaban a divulgarse y abrirse paso entre el pueblo, entre la ardorosa juventud de más talento y hasta en el ejército. Algunos, convictos en juicio de haber tomado parte, fueron condenados a penas durísimas; en 1833 el consejo de guerra de Turín dictaba sentencia de muerte contra los abogados Scovazzi y Cariolo ((**It1.283**)) de Saluzzo, culpables de insubordinación y de excitar a formar parte en sociedades subversivas contra el Gobierno, y además contra seis militares acusados de alta traición; también en Chambery dictaron en el mismo año penas capitales; el médico Rufini, arrestado en Génova, se suicidaba en la cárcel, se derramaba sangre en Alessandria y en otras ciudades de Piamonte. Estas condenas no acabaron con las sociedades secretas; sólo las hicieron ser más precavidas en sus operaciones y en concertar más tarde nuevas y más audaces revueltas. Como campo de sus operaciones contra la Iglesia, habían establecido el Piamonte. El Gobierno trataba de precaverse, pero la fuerza material no bastaba. Profesaba además la equivocación del cesarismo. Cómo pretender respeto a la propia autoridad, cuando no se profesa sumisión a la más sublime de las autoridades, a Jesucristo representado por su Iglesia? En el 1832, a propuesta del rey Carlos Alberto se había instituido, por letras pontificias, una delegación apostólica o Consejo de Obispos, para reorganizar los asuntos religiosos en Piamonte. Totalmente de acuerdo y con la ayuda del rey, los obispos fundaron la célebre Academia de Superga, en la cual se debían formar en los altos estudios de religión los más selectos ingenios de los sacerdotes ya laureados en teología y en leyes: reorganizaron las provincias de las órdenes religiosas y cerraron algunos conventos donde se había relajado (**Es1.238**))
<Anterior: 1. 237><Siguiente: 1. 239>

Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


 

 

Copyright © 2005 dbosco.net                Web Master: Rafael Sánchez, Sitio Alojado en altaenweb.com