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((**Es1.207**) ordenado sacerdote, se entregó del todo a enseñar el catecismo y confesar; alistóse después entre los misioneros diocesanos y recorrió predicando muchas regiones alpinas de la Liguria, con dificultades, pero con incalculable fruto. Nada descubrió entonces a Juan ((**It1.243**)) los secretos de Dios; con todo, un nuevo sueño, tenido en aquel tiempo, parece que se relaciona con este hecho. En la escuela de Castelnuovo había entablado Juan estrechas relaciones con cierto compañero llamado Jose Turco, el cual le llevó a visitar a su familia, dueña de una viña en la zona llamada Renenta, lindante con la finca Susambrino. A esa viña se retiraba Juan con frecuencia porque estaba lejos del camino que atravesaba el valle y era, por tanto, el lugar más tranquilo. Subía a un ribazo, desde donde podía vigilar si alguien entraba en su viña y en la de Turco, y, sin ser visto, guardaba las uvas con el libro en la mano. El padre de José Turco, que con frecuencia se encontraba con él, le tenía un especial afecto y poniéndole la mano sobre la cabeza, le decía: -íAnimo, Juanito! Sé bueno y estudia, que la Virgen te ayudará. - En Ella he puesto toda mi confianza, respondía Juan; pero estoy siempre con la misma incertidumbre: querría seguir los cursos de latín y hacerme sacerdote. Pero mi madre no cuenta con medios para ayudarme. - No tengas miedo, querido Juan; ya verás cómo el Señor te allanará el camino. - Así lo espero, terminaba Juan - y despidiéndose, volvía a ocupar su puesto, con la cabeza baja y repitiendo: Sí, pero... Y he aquí que, algunos días después, el señor Turco y su hijo le ven la mar de alegre, corriendo y saltando por su viña, hasta llegar a ellos. -Qué sucede, Juanito, le preguntaba el propietario, que hoy estás tan alegre, cuando hace pocos días te veía tan preocupado? - Buenas noticias, buenas noticias, exclamó Juan: esta noche he tenido un sueño, en el que vi que continuaría los estudios, que sería sacerdote y me encontraría al frente de ((**It1.244**)) muchos jovencitos, de cuya educación me ocuparía durante el resto de mi vida. De modo que ya está todo arreglado: pronto podré ser sacerdote. - Pero esto no es más que un sueño, observó el señor Turco; y del dicho al hecho hay largo trecho. - íOh! eltrecho no es nada, terminó Juan. Sí, me haré sacerdote, iré al frente de muchísimos muchachos, a quienes haré mucho bien. Diciendo esto, lleno de alegría, se fue a su puesto de guardia. Al día siguiente, volviendo de la parroquia, adonde había ido para asistir a la santa misa, fue a visitar a la familia Turco; y la señora (**Es1.207**))
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