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((**Es1.186**) para mí el ángel del Señor. Le quería más que un padre, rezaba por él, le servía con gusto en todo. Era mi placer trabajar, y diría hasta dar la vida por agradarle. Con el capellán, adelantaba cada día más que en toda la semana en casa. Aquel hombre de Dios me tenía tal afecto, que varias veces me dijo: <>. Sin embargo, cuando Juan volvía a casa por la noche, seguía la guerra, y tras las pullas llegaban los altercados. En vista de lo cual dijo don Calosso a Juan: -Como las cosas son así, tráete tu ropa y ven a vivir conmigo. Yo no te abandonaré. Apenaba a Margarita dejarle salir de nuevo de casa; pero no había otro medio para lograr la paz, y se resignó a ello. Don Calosso estaba dispuesto ((**It1.215**)) a hacerle terminar los cursos de latinidad en su casa y a pagar, después, cuanto fuera necesario para que llegara al sacerdocio. Juan fue a vivir con don Calosso. Margarita, desesperanzada de alcanzar el consentimiento de Antonio, que ya había cumplido los veintiseis años, decidida y constante en querer que el hijo estudiase y dispuesta a gastar todo su patrimonio para hacer frente a los gastos, determinó se preocediera a la partición de los bienes paternos. No faltaron para ello grandes dificultades, dada la minoría de edad de José y Juan; mas, a pesar de todo, se llegó a un acuerdo. Margarita se aconsejó antes con su hermana Mariana, pues quería dar con seguridad aquel paso, en el que ya había pensado muchas veces, pero del que siempre le había retenido su afectuoso corazón. Juntas calcularon si había otro partido a tomar, mas no lo hallaron. La mayor dificultad estribaba en arreglar las cosas, de modo que la división de las tierras no ocasionase una división total de los corazones; pero esto lo resolvió generosamente la hermana Mariana, diciendo a Margarita: - Tú y yo tenemos algo que es nuestro: pongámoslo todo junto y así podremos arreglar el asunto de modo que Antonio no tenga que lamentarse. Al enterarse Antonio de esta determinación, no quería de ningún modo dar su asentimiento, insistiendo en su necia pretensión de que Juan debía ser un campesino como él. Pero Margarita, que cuando tomaba una determinación de acuerdo con la justicia era de firmeza inquebrantable, no cedió; y le dijo claramente que los tribunales resolverían la cuestión dando la razón a quien la tuviera. Entonces Antonio se resignó a la partición; y, aún antes de que ésta se realizara legalmente, se separó de la madre, instalándose en la parte de la casa paterna a la que tenía derecho; pero imponiendo (**Es1.186**))
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