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((**Es1.176**) iniciadas, que se convirtieron después en un verdadero oratorio festivo. Juan, entre tanto, después de mucho insistir para poder disponer los domingos del salón de la escuela municipal, logró su intento. Allí, presididos por el pobre mocito de cuadra, se reunían en los días festivos los muchachos del lugar y empezaban su entretenimiento con la lectura de un libro devoto. Pero no era esto todo. Después de misa mayor, todos los chiquillos se quedaban en la iglesia parroquial y hacían con toda solemnidad el Via Crucis, cantando los versículos y las estrofas del Stabat Mater. El párroco se conmovía hasta las lágrimas al ver florecer tanta piedad entre la parte más escogida de su grey. También los adultos se sentían atraídos a la iglesia por la novedad y el buen ejemplo producía sus frutos. Juan pasaba en Moncucco el día festivo entero, y por la tarde, rodeado de los muchachos de su aldea, volvía a casa de los amos cantando alegremente por el camino. Para un fino observador de los pasos y palabras de Juan, como era el teólogo Cottino, no quedaban escondidos el talento, la memoria, el criterio de aquel jovencito y, por consiguiente, ((**It1.203**)) su aptitud para triunfar en los estudios. Conversando algunas veces familiarmente con él en su casa y conociendo hasta sus más ocultos pensamientos, se declaró dispuesto, si fuera posible, a enseñarle las reglas de la sintaxis latina. Ante sus vivas instancias y después de repetir a sus amos que estaba dispuesto a privarse de su pequeño salario, ellos le dieron permiso para ir de vez en cuando a la casa parroquial, en las horas de menor urgencia del trabajo. Pero los días de clase debieron ser raros. Siendo como era la distancia de más de una milla, cómo podía ausentarse de la granja por más de tres horas, sin menoscabo de los deberes de su estado? Y, a qué hora y con qué atención habría podido ocuparse regularmente de los ejercicios escritos y de aprender de memoria las lecciones? Era una nueva tentativa de fracaso para salir adelante en los estudios; pero no fue tiempo perdido, porque el Señor disponía las cosas de modo que después se pudiera decir de él: <>. 1 Entretanto, en este mismo año 1829, hubo algunos acontecimientos //1 Sabiduría, X, 10.// (**Es1.176**))
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