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((**Es1.164**) vez allí, les invitaba a arrodillarse y a rezar con él una breve oración; luego, subía a una silla, que le servía de púlpito, y desde ella predicaba, es decir, repetía los sermones que había oído en la iglesia o contaba ejemplos edificantes. Era pequeño de estatura y su cuerpo estaba casi todo en su voz; así que los que contemplaban aquel rostro angelical, aquella boca de la que salían palabras y discursos tan superiores a su edad, iban repitiendo admirados las palabras que dijeran los que contemplaron al niño Juan Bautista: Quién llegará a ser este niño? Quis putas puer iste erit?>> La fama de la extraordinaria bondad de este joven se había extendido por todas las aldeas de la parroquia de Castelnuovo. Juan, que tanto se parecía a él en inclinaciones y deseos, hubiera querido conocerle, acercarse a él, ser su amigo; pero varias circunstancias parecían dificultárselo seriamente. Cafasso cursaba estudios en Chieri desde hacía varios años, y Morialdo estaba distante de Castelnuovo. La diferencia de edad y de instrucción hacía más ((**It1.186**)) difícil un acercamiento. La Providencia se encargó, más tarde, de estrechar entre ambos una santa amistad. Oigamos cómo Juan mismo nos refiere su primer encuentro con Cafasso: <(**Es1.164**))
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