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((**Es1.150**) - Pero ahora es de noche y no es humano despedir a la gente de esta manera. - íFuera, fuera de casa! -continuaba Margarita. Si usted no sabe cómo hacerlo, yo sí sé lo que hay que hacer. - Y, acercándose a la puerta y alzando la voz, de modo que pudiera ser oída por quien se encontraba dentro: -íFuera de aquí, servidor del diablo! íFuera, fuera! - Mientras tanto, la gente, que había visto a Margarita dirigirse hacia allá, adivinando su intención, la había seguido formando un grupo a cierta distancia. Ante la bulla de la multitud que se había acercado, y la voz de Margarita, aquel hombre hubiera preferido estar a miles de millas; buscó una salida para zafarse, se alejó a todo correr y no volvió a aparecer por aquellos contornos. Todavía otro hecho. Habitaba por allí un hombre que tenía en su casa a una persona, cuya fama dejaba mucho que desear. Cayó gravemente enfermo y Margarita se presentó a visitarle; llamó a aquella persona y trató de persuadirla, con modales delicados y prudentes, a que saliera de aquella casa y volviese a la suya, que se encontraba cerca; pero ella, obstinada, respondió que no se movería de allí; y no hubo modo de hacerle entrar en razón. Mientras tanto, el enfermo estaba ya en las últimas y se avisó al vicario, un tal don Cámpora, el cual, dada la distancia entre la parroquia y aquella casa, se llevó consigo el Santo Viático, para administrar el sacramento sin tener que volver a la iglesia. Margarita, al saber que se acercaba el Santo Viático, y angustiada por el estado de aquella alma que estaba a punto de presentarse ante el tribunal de Dios, y por el escándalo que se habría seguido, si antes no se viera quitada la ocasión próxima, fue de nuevo a casa del enfermo. Cuando el sacerdote, desconocedor del caso, depositó sobre ((**It1.167**)) la mesita el sagrado copón, ella se acercó respetuosamente y tomándole aparte le dijo: -Debo decirle que en esta casa hay una persona, cuya presencia es motivo de escándalo. - Y quién es usted?, preguntó el sacerdote. - Perdone, no importa saber quién sea yo. Se lo digo porque no me parece conveniente administrar el Viático, si antes no sale esa persona de esta casa. Yo he intentado varias veces sacarla de aquí, pero desgraciadamente no lo he logrado. - Está usted segura de lo que dice? - Llame a esa persona, pregúntele y, por sus palabras, podrá usted mismo deducir si es verdad lo que digo. - El sacerdote hizo llamar en seguida a la interesada, que se presentó con una desenvoltura impropia del lugar y del que la había llamado. El sacerdote le (**Es1.150**))
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