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((**Es9.887**) de la divina palabra. Catequizad a los niños, predicad el desapego de las cosas de la tierra. Ha llegado el tiempo, concluyeron los dos ángeles, en que los pobres serán los evangelizadores de los pueblos. Los levitas serán buscados entre la azada, la pala y el martillo, a fin de que se cumplan las palabras de David: Dios ha levantado al pobre de la tierra para colocarlo en el trono de los príncipes de su pueblo. Oído esto, el Pontífice se puso en movimiento, y las filas de la procesión empezaron a engrosar. Cuando puso el pie en la Ciudad Santa se echó a llorar ante la desolación de los ciudadanos, muchos de los cuales ya no estaban. Al entrar en San Pedro, entonó el Tedéum, al que respondió un coro de ángeles cantando: -Gloria in excelsis Deo, et in terra pax hominibus bonae voluntatis. Terminado el canto, cesó totalmente la oscuridad y lució un sol esplendoroso. Las ciudades, los pueblos, los campos habían disminuido de población, la tierra estaba como arrasada por un huracán, por el aguacero y el granizo, e iban las gentes unas hacia otras conmovidas y diciendo: -Est Deus in Israel (Dios está en Israel). Desde el principio del destierro hasta el canto del Tedéum salió el sol doscientas veces. Todo el tiempo que transcurrió para el cumplimiento de estas cosas se corresponde con cuatrocientas salidas del sol. (**Es9.887**))
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