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((**Es9.88**) Y dicho esto, pidió permiso para retirarse. La audiencia había durado casi una hora. Más de cuarenta personas estaban en la antesala y esperaban impacientes ser recibidos por el Arzobispo. Al ver salir a don Juan Cagliero hubo un murmullo general: -íSu audiencia ha sido demasiado larga! Y Cagliero, mirando en derredor, no pudo contenerse y exclamó: -íUstedes vienen a hablar por sí mismos; yo he venido a hablar por cuarenta! No había tenido éxito la visita de don Juan Cagliero, pero tomaban la defensa de don Bosco los Obispos de Saluzzo y de Alba. Monseñor Gastaldi escribía varias veces al Arzobispo recomendándole calurosamente que dejara en paz a don Bosco. Fue a Valdocco para informarse del estado de la cuestión y se acercó al Arzobispo para exhortarle a que no pusiera dificultad para las Sagradas Ordenes de los clérigos del Oratorio. También se interpuso monseñor Galletti y procuró demostrar que la Pía Sociedad de San Francisco de Sales estaba canónicamente constituida y que los votos que los clérigos de don Bosco habían emitido eran válidos. El Arzobispo, vencido por estas insistencias, cedió a conferir ((**It9.85**)) las Sagradas Ordenes a los clérigos Albera, Costamagna y Dalmazzo en la segunda mitad de cuaresma. Pero no habían acabado las pruebas para ellos. Se retiraron al Seminario para hacer los ejercicios espirituales. Y el teólogo Soldati, que era el director espiritual, empleó con ellos, lo mismo que había hecho con otros clérigos del Oratorio, toda suerte de argumentos para inducirlos a abandonar la Congregación. Pero estos manejos obtuvieron el efecto contrario. Don Francisco Dalmazzo, que estaba aún indeciso en dar o no dar su nombre definitivamente a la Pía Sociedad de don Bosco, disgustado por aquel modo de proceder exclamó: -íPrecisamente porque no quieren, me haré salesiano! El 25 de marzo recibieron los tres clérigos, de manos del mismo Arzobispo, la tonsura y las cuatro órdenes menores; y él mismo les confirió el subdiaconado el 28 del mismo mes, aunque terminada la sagrada ceremonia, no dejó de proferir, en presencia de los clérigos del seminario, palabras punzantes contra los nuestros, contra la Pía Sociedad y contra don Bosco, como si quisieran sustraerse caprichosamente a su jurisdicción. El hecho está ahí y nos duele ponerlo de relieve: monseñor Riccardi era entonces totalmente contrario a que la Pía Sociedad Salesiana obtuviese una sanción definitiva de la Santa Sede; y después de(**Es9.88**))
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