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((**Es9.862**) Y en 1902 para que nos hiciéramos una idea de la penuria de aquellos tiempos, de la escasez de clero, y por consiguiente del gran bien que don Bosco hizo, don Angel Modini nos mandó una copia de su súplica al Padre Santo Pío IX, pidiendo permiso de binación de la misa para algunas parroquias del Arciprestazgo. Beatísimo Padre: El ardiente deseo de atender de algún modo a la salvación de tantas pobres almas, me mueve, Beatísimo Padre, a poner en vuestro conocimiento la situación realmente deplorable, en que se encuentran los intereses religiosos de Onsernone, uno de los valles de los Alpes y de los más pobres del Cantón Tesino, con nueve pueblecitos que cuentan una población de más de cinco mil almas, repartidas en una extensión de casi treinta kilómetros. En particular, después de los desgraciados acontecimientos que el año 1855 sacudieron el Cantón Tesino, las leyes anticristianas, promulgadas por el poder legislativo de aquella época nefasta, convirtieron este valle en el centro de la más fuerte demagogia, y los asuntos públicos cayeron en manos de unas pocas familias evidentemente adictas a sociedades francmasónicas, las cuales ejercieron y ejercen todavía una influencia tiránica y despótica en perjuicio de las conciencias católicas de estos pueblos que, gracias a Dios, se han mantenido, en su mayoría, fieles a los principios de la fe. Durante dicho año de 1855 se perpetraron delitos muy graves y funestos. En Loco, la población más importante y habitada del Valle, fueron quemados públicamente los confesonarios, se destruyeron las estaciones del Viacrucis, se derribó una iglesia pública y se confiscaron diversos beneficios eclesiásticos con derecho de patronato y legados píos. Hechos similares se repitieron en tres pueblos más del Valle. Y, como si esto no bastase, se trató de arrastrar los pueblos al cisma, introduciendo a dos sacerdotes extranjeros, traídos con esa intención. Plugo a Dios misericordioso que propósitos tan impíos no lograran su fin ((**It9.974**)) y que el radicalismo de Onsernone, apoyado en secreto, a veces, y abiertamente en ocasiones por el Gobierno Cantonal, y por el Consejo y la acción de sectarios extranjeros, entre ellos algunas personalidades masónicas que afluían allí como a un asilo seguro, encontrara un obstáculo insalvable en la firmeza de la fe de las poblaciones y que, después de algún año, los dos sacerdotes intrusos fueran obligados a salir del Valle, como de terreno que no respondía a sus esperanzas ni a sus torcidos deseos. Consecuencia dolorosa de esta dolorosa serie de acontecimientos y amenazas irreligiosas fue la triste fama que se divulgó por el valle, y por ende la dificultad de proveer de sacerdotes a las parroquias, a medida que se quedaban vacantes; dificultad que aumentó con las pequeñísimas retribuciones que generalmente asignan los ayuntamientos a los párrocos, y la creciente penuria de nuevos sacerdotes. Actualmente sólo hay tres sacerdotes para atender las necesidades espirituales de todo el valle, ya que no se puede contar con dos incapacitados, uno por la avanzada edad y el otro por la epilepsia que hace tiempo le atormenta. La labor de esos pocos sacerdotes se hace más dificil y gravosa en la estación invernal, por la abundancia de nieve, que de ordinario se mantiene cinco y más meses, y la distancia de dos, tres y más leguas que, generalmente, deben recorrer para ir desde su propia parroquia a cualquiera de las vacantes. (**Es9.862**))
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