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((**Es9.839**) Para la fiesta de la Inmaculada Concepción, daba una prueba más de su agradecimiento a la condesa Callori. Turín, 6 de diciembre de 1870 Benemérita señora Condesa: La ayuda material, que tantas veces nos prestó en muchas de nuestras necesidades, ciertamente le concede derecho a los actos espirituales que se celebran en la iglesia de María Auxiliadora. Por tanto, el jueves, día dedicado a María Inmaculada, celebraremos una función religiosa por usted y por toda su familia en el altar de María, desde las siete hasta las nueve. Habrá misa, rosario con otras oraciones y comuniones de los muchachos; eso es lo que haremos según su piadosa intención, como testimonio de nuestra inmensa gratitud. He recibido la parte del Católico, revisado y corregido por la Maestra. Muy bien; siga con el resto. La famosa Historia Eclesiástica resulta un gran librajo; estamos llegando al fin. Antes de Navidad lo tendrá. Creo que monseñor Manacorda le habrá escrito y comunicado que, habiendo tenido que ir él a Roma, puso él mismo la hermosa ofrenda en manos del Padre Santo, de modo que no hubo necesidad de hablar de ello en la Unidad Católica. Si las espinas se convierten en rosas, espero poder tejer una hermosísima corona. Necesito verdaderamente que ruegue por mí. Que Dios le bendiga a usted y su familia; ruegue también por nosotros que nos profesamos De V. S. B. (errata corrige. Donde dice V. S. dígase Vuestra Excelencia) Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. Don Bosco sabía emplear siempre la gracia, cuando se trataba de serenar a alguien. Acostumbraba emplear muy a menudo los ((**It9.947**)) aludidos miramientos con todos sus grandes bienhechores: íes una pena que no se hayan conservado muchísimas de sus cartas! Porque, además, se ocupaba de proveer a sus jóvenes de lo necesario para la vida material, tanto más cuanto que, según hemos visto, le tocaba pensar en muchos gastos, debido a la enorme cantidad de asuntos que llevaba entre manos. Algunos señores le habían ayudado generosamente y él, deseando darles una prueba de su agradecimiento, se dirigía a la Orden de San Mauricio para obtenerles una condecoración. El conde Cibrario había muerto y, para ocupar el cargo de Primer Secretario de Su Majestad en la gran Maestranza de la Orden de San Mauricio, había sido nombrado el gran Oficial del Estado, el caballero abogado y senador Miguel Angel Castelli. Era primer oficial (**Es9.839**))
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