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((**Es9.827**) Mientras don Bosco se dedicaba a fundar colegios cristianos, se suprimía la enseñanza de la religión en las escuelas. El Ministro Correnti ordenaba en 1870 a los Consejos Escolares y a los Municipios que proveyesen para que se diera enseñanza religiosa solamente a aquellos alumnos cuyos padres hubieran declarado que ésa era su voluntad. La verdad es que, en casi todos los municipios, los padres de familia pidieron que se siguiera enseñando la religión: es más, muchos protestaron ante el Ministerio contra ciertos municipios que arbitrariamente la habían abolido. Es imposible educar a la juventud sin los diez mandamientos y sin el santo temor de Dios, único freno de las pasiones humanas. Y don Bosco procuraba, por cuanto le era posible, oponerse a los males previstos, enseñando el catecismo en las escuelas y los domingos en la iglesia. Con la instrucción religiosa florecía en el Oratorio la piedad, útil para todo. Esta no se imponía, pero se la cuidaba constantemente con la oración en común, la santa misa, la confesión y comunión frecuentes, las oportunas platiquitas de cada noche antes de ir a acostarse. Poseía don Bosco para ellas un talento y una elocuencia similares. <((**It9.933**)) y profundo a la vez, sabía infundir la sabiduría, que él definía: el arte de saber gobernar la propia voluntad. El la poseía verdaderamente: y la quería, primero en la educación de la juventud, y después en las letras, de las que era un excelente maestro. Porque, simple y sencillo como era, demostró ser un experto en la pedagogía y en la controversia puesta al alcance del pueblo>>. Y terminaba diciendo: <<íDon Bosco es un santo!>>. Durante la jornada, don Bosco mandaba hacer breves pero frecuentes lecturas de buenos libros. Después de la misa, a modo de meditación; diez o quince minutos en la comida y la cena; cinco o seis más, antes de salir del salón de estudio; y de nuevo otros cinco o diez minutos, mientras se acostaban. Se hacía siempre una lectura de libros educativos seleccionados con mucho cuidado. Gutta cavat lapidem... (La gota agujerea la piedra...). Aquellos buenos pensamientos caídos en el alma del jovencito tres, cuatro, cinco veces al día, durante cuatro, cinco, seis años de colegio era imposible que no dejaran señal y no dieran fruto de un sano pensar y de un virtuoso obrar para toda la vida. Era la instrucción religiosa la que hacía a don Bosco dueño de los (**Es9.827**))
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