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((**Es9.728**) Di a Barale que Dios ayuda al hombre alegre. Dios nos bendiga a todos y nos conserve en el camino del cielo. Amén. Roma, 12 de febrero de 1870. Afmo. en Jesucristo JUAN BOSCO, Pbro. P. D. Di a don Juan Bonetti que empiece a trabajar, o mejor, a preparar materiales para la construcción. Mientras tanto Dios nos ayudará. -Horario para la fiesta de san Francisco de Sales; hay que enviarlo a: S. E. el conde Sclopis, Senador del Reino, a su casa, plaza de Erbe. Rvdo. Tomatis, a su casa, junto a los muelles de Puerta Nueva. Srta. Falletti, a su casa, etc. Sr. Giacobini, a su casa, cerca de los molinos de la ciudad. Sr. Grida, propietario, idem. Cab. Lintau, a su casa, plaza de Italia. Sra. Angela Chirio. Pío IX, entretanto, con la seguridad de que el Señor no le abandonaría, tranquilo y con admirable confianza, proseguía la gran obra. Los mismos abandonos eran una nueva razón y un estímulo para continuar. La obstinación del patriarca caldeo Audu, la revolución de los armenios en Constantinopla, la desobediencia y fuga de los monjes armenios antonianos de Roma, a la que habían sido incitados por algún obispo francés; la vuelta, sin licencia, de muchos prelados de la oposición a sus diócesis; la perversa agitación en Suiza contra la infalibilidad, de Herzog, consagrado más tarde sacrílegamente obispo de los católicos veteranos, eran cosas predichas en el papel de don Bosco con las palabras: El enemigo del bien sembrará la discordia entre tus asesores; suscitará enemigos entre mis hijos. Pero también se decía: La gran Reina será siempre tu ayuda. Y lo fue en aquellos días. El Concilio estaba rodeado de poderosos enemigos y María Santísima, de modo inesperado, no permitió que ninguno de ellos lograra estorbarlo. ((**It9.820**)) Francia, que parecía tener el Concilio en la mano, porque podía terminarlo a su voluntad con sólo retirar a sus milicias, también había podido presentar propuestas demasiado molestas y hacerlas valer con el peso de su poder. Pero, precisamente durante el Concilio, presidía el Ministerio de Napoleón Emilio Olivier, el cual, respecto a la cuestión romana, estaba firme en mantener en Roma la guarnición francesa y no permitir de ningún modo que corriera peligro la absoluta libertad del Concilio. Baviera, deseosa de oponerse, intentó por medio de Inglaterra unir las otras potencias en una acción común y, ya había ganado a (**Es9.728**))
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