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((**Es9.720**) años antes había venido conmigo a Roma, don Juan Francesia, y él lo comprobó leyendo su nombre en el mismo libro. Y, volviéndose a mí, añadió: >>-Ya sé que el año pasado tuvisteis enemigos y opositores; Vos los habéis superado, os admiro y os alabo, puesto que los que eran vuestros enemigos el año pasado, este año son rebeldes a la voz del Pontífice. De esto deduzco que vuestra obra es santa y la de ellos diabólica. >>Interrumpió después la conversación sobre la Sociedad, y habló de algo que no es menester decir. Me repitió algunas de las principales objeciones que ciertos escritores pueden sacar de la Historia Eclesiástica en torno a la infalibilidad del Papa; me preguntó y yo respondí lo mejor que pude. Pasó de una objeción a otra, y, después de oír la breve respuesta, sin añadir nada más, me dijo: >>->>Vos tenéis mucho que hacer, no es cierto? >>-Gracias a Dios, no me falta trabajo, respondí. >>->>No sería posible, añadió él, comenzar un libro de Historia Eclesiástica, desarrollando el espíritu que habéis manifestado al responder a estas objeciones que constituyen el nervio de la Historia? Observad, no obstante, que esto no es un mandato, que yo no puedo ni quiero imponeros. ((**It9.810**)) Pero, si un consejo mío puede valer algo, os lo recomiendo con toda el alma. >>-Si Vuestra Santidad lo desea, respondí, procuraré con ayuda de mis socios, arreglar y modificar algunas cosas que llevamos entre manos, antes de que pasen a la imprenta, y procuraremos, en lo posible, realizar Vuestro consejo. >>Habló, a continuación, de la Sociedad Salesiana. Pero como le quedaran todavía muchas cosas por decir, me invitó para otra audiencia aquella misma tarde. Me arrodillé, pedí la bendición, la recibí y salí. El quiso que siguieran sobre su mesa los números de las Lecturas Católicas y de la Biblioteca, y durante todo el día mostró a quienes recibía en audiencia aquellos libros, leía algún trozo de los mismos, alababa su finalidad, promovía su lectura y ensalzaba siempre a los iniciadores de tan hermosa obra. >>Cuando quiso retirarlos, llamó a su familiar y le dijo: >>-Tomemos estos libros y coloquémoslos en esta estantería, bien ordenados. >>Comenzó el paje a echar mano de ellos, pero como eran muchos, tomó el mismo Sumo Pontífice una buena parte y, colocándolos en el faldón de la sotana, subió, con la consiguiente incomodidad, por una escalera de mano y dijo al familiar, que insistía para (**Es9.720**))
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