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((**Es9.711**) asamblea. Es más, despertó un alboroto al exclamar, como prueba de la autoridad de su afirmación: -Yo soy teólogo doctorado en la célebre Universidad de Turín. -íLo que va en su contra!, replicó el cardenal Capalti, indicando que la doctrina de aquella Universidad era sospechosa. El Venerable estaba siempre allí donde podía decir una buena palabra sobre la gran cuestión del día. Hablaba con unos y con otros Prelados, y les demostraba, con las pruebas más sencillas y convincentes, que era indiscutible la esencia de la tesis y la oportunidad de su solemne definición. La cuestión de la oportunidad le parecía ridícula; puesto que, desde el momento en que el Papa había propuesto la definición y el Concilio la había aceptado, era ciertamente oportuna; pero que era precisamente al mismo Papa a quien competía decidir la oportunidad. -En cuanto a la esencia de la cuestión, decía a cierto obispo, el cual por los estudios hechos tenía algún prejuicio sobre el particular, que el no creer en la infalibilidad, está en abierta contradicción con la ((**It9.799**)) realidad de los hechos: sus párrocos y todos sus sacerdotes la enseñan desde el púlpito, en el Seminario y en las escuelas; todo el pueblo la cree como si ya estuviera definida y ni siquiera le cabe en la cabeza que se pueda dudar de ello. Y añadía: -El Señor ha dado la infalibilidad a su Iglesia; sólo queda por ver en quién reside. Cada obispo es ciertamente falible, por tanto no se ha de buscar este don en cada uno de ellos; y, si cada uno es falible, aunque se reúnan todos, no llegarán a ser infalibles, por el hecho de haberse reunido. >>Qué es, pues, lo que les hace infalibles y les da lo que no tienen? íSu unión con el Papa!... In nomine meo! (En mi nombre). Por tanto, la fuente de la infalibilidad reside en el Papa. Ahora bien, se pueden amputar ciertos miembros de un cuerpo sin que por ello venga la muerte; pero no se puede quitar la cabeza; separada ésta, instantáneamente se pierde la vida. -Se pueden hacer muchas objeciones, exclamó cierto día un Monseñor. Parece que algunos Papas se equivocaron. -íErrores de los historiadores!, replicó don Bosco. Y refutó cada hecho en particular, indicando varios teólogos y prelados, dispuestos a esclarecer la cuestión. Monseñor Audisio, canónigo de San Pedro en el Vaticano y Presidente de la Academia de Superga, era el jefe de un grupo que se oponía a la infalibilidad personal del Papa, o pretendía al menos limitarla. Cuando supo que alguno de los suyos y varios obispos, aun (**Es9.711**))
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