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((**Es9.709**) que, según él, habrían surgido infaliblemente de tal definición. Por eso se decía en Roma que monseñor Gastaldi preparaba un documento para combatir la oportunidad. Don Bosco, sin pérdida de tiempo, fue a visitarle para disuadirle de que diera aquel paso: razonó largo y tendido con él para que no pusiera obstáculos a los designios de Dios, le hizo notar que ciertos miedos le parecían exagerados, que no era el momento de retroceder y de callar, tratándose de una verdad fundamental, negada y vituperada por los impíos de todo el mundo, y que las consecuencias de la definición debían dejarse en manos de Dios. Monseñor, que estaba lleno de celo y de honda piedad, que veneraba y amaba a don Bosco, quedó tan satisfecho y convencido con su razonamiento, que le dijo: -Desde hoy me dispongo a tratar el tema bajo este aspecto y prepararé un documento en defensa de la infalibilidad del Papa y de la oportunidad de la definición dogmática. -Prepare, añadió don Bosco, un verdadero discurso sobre el particular para leerlo en pleno Concilio. Yo le aseguro que hará algo muy grato al Papa y que le acarreará un gran honor ante toda la Iglesia. Los confidentes advirtieron el súbito cambio de pensamiento de monseñor Gastaldi y fue para ellos como un trueno en día despejado. Nadie se había enterado de su conversación con don Bosco. El mismo monseñor Gastaldi fue de nuevo a buscar al Siervo de Dios y se repitieron los coloquios. Más aún; a petición suya, don Bosco le procuró obras teológicas que trataban profundamente la cuestión, y le señaló los puntos más importantes, para que los consultase. Así lo atestiguaron el canónigo Anfossi y don Juan Turchi. No satisfecho con ello, don Bosco quiso que se conociera también ((**It9.797**)) en Roma el buen espíritu de su antiguo amigo. Escribía a don Miguel Rúa. Carísimo Rúa: He recibido en Roma la carta que me enviaste a Florencia. Anima a Sala; yo le encomiendo al Señor. Envía a monseñor Gastaldi cien ejemplares de su librito El Cura de Ars y cien del otro, titulado Sobre la autoridad del Romano Pontífice; envíaselos a él mismo, a la Casa Rectoral del Vaticano. Habla con don Angel Savio y dime después si es mejor que lleve el poco dinero, que aquí tengo, para las necesidades de la casa; o bien, si hago un depósito pontificio que pueda servir para el sostenimiento del Asilo que esperamos abrir el próximo octubre. (**Es9.709**))
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