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((**Es9.609**) el fin del Concilio, para que éste no sea impedido ni molestado por los enemigos de Dios y de la Iglesia y para que se unan todos los cismáticos a la Iglesia Católica, y los protestantes, especialmente los de Inglaterra, vuelvan a la unidad de la fe. A este fin sugería dos medios que juzgaba muy eficaces para alcanzar el suspirado propósito. Sería algo laudabilísimo que -para las arriba citadas oraciones se formaran entre todos los fieles, especialmente los chicos y las chicas, asociaciones entre ellos divididos en grupos de diez y doce cada uno. Así se daría un testimonio de de esperanza y de amor al glorioso y magnánimo Pontífice, y a la santa Iglesia, nuestra dulcísima madre. A este fin nos encomendamos a nuestros lectores, rogándoles se asocien. Los párrocos lo inculquen a sus feligreses; los superiores de centros a las personas a ellos subordinadas. Los padres y madres de familia a sus dependientes. De esta forma, además del buen efecto de la oración y de la recepción de los santos sacramentos, se obtendrá otra ventaja y es la de despertar y mantener viva en el pueblo cristiano la fe en el próximo Concilio, dispuestos los ánimos para recibir después con docilidad los estatutos y observar fielmente las leyes. (Véase pág. 164). Hace ya casi dos años que se invitó a los católicos a que hicieran el voto de querer profesar, defender con palabras y escritos, y si fuere preciso con la misma vida, la infalibilidad personal del Papa, aun cuando no haya sido declarada verdad de fe, lo mismo que solían hacer los buenos católicos respecto a la Inmaculada Concepción de María, antes de la solemne definición, realizada por el reinante e inmortal Pío IX el 8 de diciembre de 1854. Aprovechamos con gusto esta propicia ocasión para dirigir a nuestros lectores esta invitación; más aún, les animamos cordialmente a hacer este voto, en honor de Jesucristo y de su Vicario en la tierra, para conseguir mayores méritos en el cielo, rogando al mismo tiempo a Dios misericordioso que haga de modo que pronto sea declarada solemnemente tan hermosa verdad como dogma de fe. (Véase pág. 59). Creemos que don Bosco hizo estos votos. Al final del folleto citaba don Bosco las palabras del Cardenal Arzobispo de Dublín: <>. Y después de haber reseñado las desgracias, los desórdenes de las diversas ((**It9.684**)) partes del mundo, se detiene en Italia y continúa: <>qué vemos?... Por todas partes reina la confusión. Sólo un rincón de las tierras itálicas se ve libre de tanta calamidad. En este rincón reina un venerando anciano (el Papa), no quebrantado todavía por los años, ni debilitado por angustias y dolores; un anciano, que en su estrecho y empobrecido reino sabe ciertamente mantener la paz; sabe dar al mundo un ejemplo de invencible constancia y defender los derechos de la sociedad y de la (**Es9.609**))
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