Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


((**Es9.602**) Entre tanto, antes de finalizar el mes de julio, fue don Bosco a San Ignacio para los ejercicios espirituales. En aquellos días hubo tres muchachos que salieron a escondidas del Oratorio para ir a bañarse en el río Dora, y he aquí que una mano misteriosa les golpeó repetidas veces en la espalda; se asustaron, salieron del agua, volvieron al Oratorio y contaron a los compañeros lo sucedido, con lo que quedó confirmado un aviso que don Bosco había mandado. Don Luis Rocca, Ecónomo General de la Pía Sociedad, que estudiaba aquel año el quinto curso, nos afirmaba muchas veces que todos los alumnos eran sabedores de aquel hecho y que él conocía a los que habían sido golpeados. Al bajar de San Ignacio, fue el Venerable a Lanzo, al colegio de San Felipe, donde supo que el conde Cibrario había llegado allí, camino de Usseglio, en los Alpes, para pasar unos días de campo. Se hospedaba en el Cappel Verde. Don Bosco fue a visitarle en compañía del Director del Colegio. El noble señor estaba aquellos días algo disgustado ((**It9.675**)) porque uno de nuestros Directores había despedido a un alumno recomendado por él. Don Bosco, que preveía una discusión acalorada, quiso afrontarla para evitar toda tergiversación. Admitido a la audiencia, entró en la sala y dejó a su compañero fuera. El coloquio duró más de una hora. Contó el Venerable que el Conde le recibió algo alborotado. Pero que se calmó muy pronto, salió de la habitación e invitó a entrar al que estaba en la antesala. Don Bosco estaba sentado a la derecha. El Ministro comenzó a hablar del ansia que tenían los americanos por los títulos honoríficos, a pesar de que, por ley, no pueden hacer ostentación en público y cómo estaban dispuestos a pagar treinta mil liras para obras pías, a cambio de una simple cruz colocada en su gabinete. El Siervo de Dios recordó, con agradecimiento, el mucho bien que el señor Conde había hecho, especialmente en favor del Oratorio. Este se lo agradeció, afirmando que siempre ayudaría a don Bosco con todas sus fuerzas. Entonces el Venerable añadió que el señor Conde le podría ayudar también de otra forma. -Yo no sé que le haya ayudado, si no ha sido procurándole alguna limosna a través de las condecoraciones, observó el noble señor. -Sin embargo, Su Excelencia me ha ayudado de otras formas. No puede imaginarse cuánto me ha ayudado la lectura de sus obras históricas. Mire, gracias a sus páginas, comprendí la solución natural, (**Es9.602**))
<Anterior: 9. 601><Siguiente: 9. 603>

Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


 

 

Copyright © 2005 dbosco.net                Web Master: Rafael Sánchez, Sitio Alojado en altaenweb.com