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((**Es9.57**) casa; me entretuvo más de dos horas y quiso abrazarme cuando me levanté para despedirme. Le digo todo esto para que vea cuánto afecto le profesa este Cardenal, pues está claro que estas demostraciones no son para mí, que apenas si me ha visto dos veces. Por lo demás, no hago más que visitar enfermos, que me buscan como si yo fuera un médico. Me traje una buena cantidad de medallas bendecidas por usted y me he quedado sin ninguna. Si pudiera transmitirme un poco de su habilidad, me parece que se podrían conseguir muchas limosnas. El número de enfermos es extraordinario; no hay familia donde no se encuentren dos al menos. Los dueños de la casa, los señores Gualdi, me dan alojamiento gratuito; están todos en cama y yo les hago lo que puedo. Esperemos que María Auxiliadora bendiga lo poco que hago con el fin de que ayude a la prosperidad del Oratorio. La Presidenta de Tor de'Specchi me prometió, al fin, comprometerse a mandar en total dos mil escudos. No lo hará de un golpe, sino en porciones. Tenga la bondad de enviarme unas líneas para la marquesa Marini, que me prometió cuatrocientos escudos y ya me entregó ciento. Tiene muchas preocupaciones y se encomienda principalmente por la salud y la buena educación de sus hijos. Espero alcanzar pronto una audiencia con el Padre Santo. El padre Ambrosio, Prior del Hospital de San Galicano, sigue bastante mal: he ido varias veces a verlo, tomó la medalla y se encomienda. Este, lo mismo que los arriba citados, hará algo si se cura. También la marquesa María Vitelleschi guarda cama: tiene un fuerte resfriado. Teme morir: dos palabras suyas de aliento le harían mucho bien. La marquesa Clotilde siempre anda angustiada por sí misma y por su familia, pero no olvida el Oratorio, por el que hace cuanto puede para ayudarnos y hacernos ayudar. ((**It9.49**)) La condesa Vinci, a quien he visto hoy, le saluda juntamente con su hijo. Y basta por hoy. Ruegue por mí. Créame de corazón Su afmo. y seguro servidor FEDERICO OREGLIA La noticia del interés que había manifestado el cardenal Consolini con el proyecto de llamar a los hijos del Oratorio para la dirección de Vigna Pía, había satisfecho a don Bosco. El Venerable deseaba ardientemente tener una residencia fija en Roma para su Pía Sociedad. Es cierto que preveía dificultades de varias clases, pero se ilusionaba con poderlas superar. Don Miguel Rúa escribía en sus notas para la crónica, en febrero de 1868. <(**Es9.57**))
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