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((**Es9.547**) La Santísima Virgen María, que de tantos modos ha bendecido y favorecido a cuantos le han suplicado con el precioso título de Auxiliadora, continúe derramando copiosos tesoros celestiales, no sólo sobre los inscritos en esta piadosa Asociación, sino sobre todos los que la invoquen en sus necesidades espirituales y temporales, de modo que todos tengan motivo para bendecirla en la tierra e ir después un día a alabarla y darle gracias eternamente en el cielo. Así sea. Como queda indicado, este librito contiene una serie de oraciones, jaculatorias y prácticas de piedad indulgenciadas y un tratadito sobre las indulgencias. Se hicieron muchas ediciones, en las que, uno tras otro, se registraron los nuevos favores concedidos a la Asociación y al Santuario por los Sumos Pontífices. Don Bosco, después de haber dispuesto que el folleto se enviara antes del fin de abril, invitado por don Domingo Pestarino, partió para Mornese. Todos sus viajes estaban señalados con alguna anécdota singular. Referimos aquí una, de la que no recordamos con precisión el tiempo en que sucedió; pero ciertamente fue después de abierta al culto la iglesia de María Auxiliadora. Declaramos también que no hay que confundirla con otras semejantes. Viajaba, pues, don Bosco en un vagón de segunda clase con varias personas. Iba entre ellas un señor bien vestido, que empezó a hablar mal del Arzobispo, después del marqués Fassati y de muchos centros de beneficencia. Luego, se puso a criticar la dirección de la Obra del Cottolengo y, por fin, al mismo don Bosco, con las palabras más injuriosas, porque, ((**It9.610**)) según decía, había despilfarrado mucho dinero para edificar una iglesia en vez de socorrer a los pobres. Don Bosco no había resollado, cuando he aquí que una mujer, que llevaba consigo a su hijito, dijo a aquel señor: -Perdone, señor; sin duda, usted habrá dado mucho dinero a don Bosco para exigir que no lo malgastara en esa iglesia. ->>Cómo?, respondió aquél; >>dar dinero a don Bosco? Antes lo tiro a la calle. -Entonces no tiene motivo para quejarse, añadió la señora. Un judío, que no conocía personalmente a don Bosco, pero éste sí que le conocía a él, empezó a defenderlo, diciendo que era una persona honrada y que él le había mandado cincuenta liras para la iglesia. Enfadado por aquella oposición, el malhablado sujeto empezó a despotricar contra el Oratorio con palabras y frases tan indecentes y desvergonzadas, que aquella buena señora hizo levantar a su hijo y, (**Es9.547**))
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