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((**Es9.481**) Y aquél, abriendo un poco la puerta, se asomó, miró al sacerdote y con voz alterada respondió: -Pero >>usted no sabe que yo no confieso? -Entonces, >>quién confiesa? -Entre nosotros solamente confiesan los que no pueden hacer otra cosa. Volvió don Bosco a la sacristía donde se encontró con un religioso, gran amigo suyo, que era quien le había invitado, y el único a quien conocía en aquel lugar. Este le atendió amablemente y don Bosco pudo confesarse. Después de celebrar la santa misa fue presentado al Superior, que no le conocía personalmente; el Siervo de Dios se dio a conocer y, quejándose amablemente con él, le dijo: -Señor Abad, >>es posible? Un pobre cura quería confesarse y no podía encontrar un confesor en una de las grandes solemnidades. En la iglesia no había ninguno; pregunté por el Abad, y me contestaron que el Abad no confiesa. ((**It9.530**)) Entonces >>quién confiesa?, pregunté yo; y oí estas palabras verdaderamente extrañas: -Entre nosotros solamente confiesan ílos que no pueden hacer otra cosa! -Ah, don Bosco, disculpe por favor; no le conocía. Yo tengo la culpa; únicamente le ruego que no se lo diga al Padre Santo. -No le diré nada, pero usted no repita esas palabras: Entre nosotros solamente confiesan los que no pueden hacer otra cosa. Es más, le diré que elija para confesar a los religiosos más instruidos, personas de experiencia, porque ésta es la parte más delicada del sagrado ministerio. Más de uno de sus muchos confidentes deseaba conocer el futuro destino de Roma y de Pío IX y la suerte del poder temporal de los Papas. Don Bosco dijo que en 1871 Pío IX celebraría su jubileo pontifical y aseguró que sobrepasaría los años de san Pedro: Interrogado sobre los sucesos políticos, se excusó de responder directamente, pero indicó que Napoleón abandonaría Roma, retirando la guarnición francesa, y predijo con toda claridad la ocupación de la ciudad. El 9 de enero de 1874 don Joaquín Berto le acompañaba por Roma, y se encontraron con un buen señor que, entre otras cosas, dijo a don Bosco: -Yo no quería creer que los italianos habrían entrado en Roma. El padre Verda era de mi parecer. Pero apenas entró en 1870 el ejército de Víctor Manuel recordé las palabras que usted me había dicho un año antes: o sea, que los italianos ciertamente entrarían. (**Es9.481**))
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