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((**Es9.475**) a varios de sus hijos y nietos fallecidos. Acompañé a don Bosco a celebrar la misa en casa de este señor. El chico estaba en cama. Después de la misa se acercó don Bosco al niño, Carlitos, y pidió detalles de la enfermedad. -Don Bosco, dijeron la madre, el tío y la tía; ísi al menos pudiéramos quedarnos con éste!... -Recemos a María Auxiliadora, contestó don Bosco; que Carlitos sea bueno y esté seguro de que se salvará. Luego le dio la bendición, le impuso las manos, le entregó una medalla y marchamos. Al día siguiente Carlitos estaba muy bien y sigue estándolo. Deo gratias. Tendría otros hechos, amigo mío, pero apenas si puedo escribir; he estado en cama toda la semana pasada. Espero escribir mejor otra vez. Ruegue por mí. Le saludo mucho, mucho, de todo corazón y también en nombre de don Bosco. Salude a los padres Provera y Cerruti y a todos esos queridos y buenos sacerdotes, clérigos y jóvenes, etc. Los mayores detalles de los prodigiosos sucesos referidos están sacados de memorias contemporáneas, o sea, de los amplios resúmenes que algunos hermanos tomaron de la conferencia que el mismo don Bosco les dio a su vuelta. Es increíble la íntima familiaridad paterna con la que el Venerable hablaba a los primeros reclutas de su Pía Sociedad, que necesitaban ser estimulados fuertemente. También don Miguel Rúa escribía, con fecha 7 de marzo, en su crónica: Aquella noche reunió don Bosco a los miembros de la Sociedad y les contó el éxito del viaje a Roma, favorable por encima de toda esperanza. Había ido allí contra el parecer de varios personajes que le apreciaban y creían que no resolvería nada. Sin embargo, confiado en María Auxiliadora y respetando sus consejos, él no dejó de hacer cuanto le parecía sugerido por el Señor. Llegado allí, fue recibido por diversas personas de mucha importancia, entre otras por el conde Berardi, sobrino del Cardenal. Este tenía un hijo enfermo con fiebres tifoideas y sin ninguna esperanza de salvación. Al saber que tenía que llegar don Bosco salió a su encuentro para que fuera enseguida a visitar al niño y le bendijese encomendándole a María Auxiliadora. Así lo hizo don Bosco y sugirió a la familia que empezase una novena a María Auxiliadora. Al tercer ((**It9.524**)) día de la novena mejoró tanto el niño que se encontraba fuera de peligro. Y rápidamente se repuso por completo. En cuanto supo esto el Cardenal, dio las gracias a don Bosco y se sintió tan bien dispuesto en su favor que prometió hacer cuanto pudiera para la Congregación. El éxito de los asuntos dependía, en gran parte, del cardenal Antonelli: fue don Bosco a visitarle y le encontró víctima de un ataque de gota: -La última vez que os vi, queridísimo don Bosco, dijo el Cardenal, hice que encomendarais a María Auxiliadora y me sentí aliviado; ahora estoy de nuevo atormentado por mi enfermedad. -Eminencia, ayúdeme en mis asuntos y yo le garantizo que, desde mañana, estará mejor y podrá ir a ver al Pontífice para promover mi causa. ->>Pero cómo podrá ser eso? (**Es9.475**))
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