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((**Es9.468**) del Papa. Y le fue concedida para el mismo día. Era partidario de los errores secretamente propagados por un visionario fanático, el polaco Andrés Towianski, precursor de los modernistas, que se creía un profeta elegido por Dios para reformar la Iglesia. Probablemente el abogado le seguía de buena fe, o más bien con la ceguera de una ilusión, aunque sin culpa, puesto que, si hubiera consultado a eclesiásticos, no sólo doctos, sino piadosos, equilibrados y no fáciles a seguirle por debilidad de entendimiento o ansias de popularidad, habría hallado medios para volver a la integridad de la fe y de la profesión católica. Pero era muy reservado para abrirse a los demás; por eso gozaba ante muchos de reputación de piedad y de doctrina y había traducido al italiano la Imitación de Cristo. Había llegado a Roma como portador de un escrito o mensaje para el Papa, que le había enviado Towianski desde Zurich. Leíase en él cómo el Papado se había salido del camino y lo que debía hacer para volver a entrar y conducir a la Iglesia por la vía de su vocación. Y pedía reformas radicales de la ((**It9.515**)) Iglesia en el dogma, en la disciplina, en la institución y en el gobierno. Este escrito fue después editado por él y distribuido a los cardenales en el Cónclave de 1878. El abogado se lisonjeaba de que podría arreglar las gestiones entre la Santa Sede y el Gobierno de Italia. Y en 1903 publicaba una relación de su visita al Papa, que empezaba así: <>-Santidad, por medio de este hombre he recibido de Dios beneficios espirituales que no se olvidan jamás. Tuve una juventud dolorosa: había perdido la fe. La Providencia me acercó a este hombre. Si he recuperado la fe, si ahora tengo una base, si amo a Jesucristo y a su Iglesia, si mi alma está alegre, a él principalmente se lo debo.>> No negamos que Tancredo Canónico hiciera tal panegírico de Towianski, pero es falso el diálogo que sigue y que Pío IX haya asentido de algún modo a los despropósitos del abogado. Don Bosco narró el hecho de muy distinto modo, según lo confirmó la noble familia Ricci y especialmente el caballero Roberto, quien lo refirió a don Joaquín Berto. Apenas llegó el abogado ante el Papa, se postró a sus pies y le dijo: -Padre Santo, hace mucho tiempo que deseaba hablaros; por fin (**Es9.468**))
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